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Sumaban ya seis mil pesos los entregados por fray Venancio, cuando una noche se sintió éste acometido de un violento cólico miserere, enfermedad muy frecuente en esos siglos, y al acudir fray Antolín encontró a su alter ego con las quijadas trabadas y en la agonía. No pudo, pues, mediar entre ellos la menor confidencia, y fray Venancio fué al hoyo.

Con razón decía madame Delepinasse que la mujer se desesperaría si la Naturaleza la hubiera hecho tal como la arregla la moda. Seguramente renunciaríamos al don de la vida si hubiéramos de nacer con miriñaque, polisón o faldas trabadas.

Compusieron para eso un galpón ó templo hecho de ramas trabadas, con las mejores labores que les fuese posible, y levantaron en medio dos palos para trono del demonio, que en forma visible viene á recibir las ofrendas, á oir las súplicas y á agradecer los sacrificios que hacen por el alma del difunto.

17 Dos quicios tendrá cada tabla, trabadas la una con la otra; así harás todas las tablas del tabernáculo. 18 Harás, pues, las tablas del tabernáculo: veinte tablas al lado del mediodía, al austro. 21 y sus cuarenta basas de plata: dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de la otra tabla. 22 Y para el lado del tabernáculo, al occidente, harás seis tablas.

Las mugeres de aquestos dos trabadas, Comienzan de sembrar tan gran zizaña, Que yendo ya las cosas mal guiadas, Se fragua en poco tiempo gran maraña. El Zurita tenia desganadas Las gentes, y

Iba armada a proa de una especie de espolón de madera pacientemente esculpido, y la popa era altísima, y de forma como de escala. Las dos canoas apareadas que constituían, como se ha dicho, la embarcación, estaban trabadas entre por una especie de pasarela cubierta de un colgadizo de hojas sostenido por una ligera armadura.

Esta obra ofrece sólo una serie de escenas poco trabadas entre , sin acicalamiento dramático, propiamente dicho, habiendo empleado en ella, como en otras muchas, por ejemplo en El valor no tiene edad y El defensor del Peñón, una manera especial de componer, incompatible con el refinamiento artístico introducido por Calderón; y aunque no nos propongamos defender en absoluto este estilo de las censuras de la crítica rigorosa, parécenos, sin embargo, que se harmoniza con el carácter propio del drama popular; de todas maneras, se leen con placer y con interés las piezas citadas, por la animación con que se describen las costumbres y los móviles del pueblo español durante su período más glorioso, regocijándonos, sobre todo, sus caracteres individuales y su lenguaje natural, libre y animado.

Una soltura y un arte... un arte como si en toda su vida no hubiera hecho otra cosa... Pero, vea usted, ¡qué caray! no había que pensar en mirar muy de cerca lo que hacía, porque ya le tenía usted con las manos trabadas, materialmente trabadas, eso es... vamos, que hasta era capaz de echarlo todo a perder... por el genio, por el arrastrado genio. ¿Lo tenía malo? ¡Quiá! Corto... ¡o qué yo?

Nuestros mismos maridos guardan la imagen de nuestras faldas trabadas y nuestro pasito de palomas, asociando el aire de nuestras figuras a las horas que con mayor intensidad anhelaron la mirada afectiva de nuestros ojos y los latidos de nuestro corazón.

Por lo instable, proteica y multiforme, por su eterna inquietud y constante mudanza en hechura y colores, la moda es cosa del mismo diablo, personaje igualmente voluble, tornadizo, trasformista, desfigurado y quimérico. ¿Quién sino el diablo pudo inspirar el miriñaque, el polisón y, últimamente, sin ir más lejos, las faldas trabadas que nos obligaban a un pasito de paloma, menudo, corto, sutil, deslizado?