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Actualizado: 5 de julio de 2025
Ya no creía como antes, que fuese posible enamorarse de muchas a la vez. Juzgando por mi, pensaba que un hombre no puede amar dos veces en su vida, sin ofrecer al mundo el espectáculo de un fenómeno extraordinario. Una vez reglamentados así los latidos del corazón de la gente barbuda, mis pensamientos tomaron otro curso, y me regocijé con la idea de ver a mi cura.
Recordó sus años de estudiante teólogo en San Marcos, de León, cuando se preparaba, lleno de pura fe, a entrar en la Compañía de Jesús. «Allí, por algún tiempo, había sentido dulces latidos en su corazón, había orado con fervor, había meditado con amoroso entusiasmo, dispuesto a sacrificarse en Jesús... ¡Todo aquello estaba lejos!
Toda el alma de la niña estaba pendiente del ser querido que respiraba agitadamente a su lado, y sin equivocarse un punto, con la exactitud de un cronómetro, contaba los latidos de su corazón y observaba los movimientos de su pecho. Don Máximo y la señora de Ciudad cuchicheaban en la sala como si se estuviesen confesando.
Ante el murmullo constante de rápidos surtidores, que descienden bullidores en un caer incesante, hace sentir palpitante mi corazón sus latidos, y cien recuerdos queridos. Cual procesión ilusoria, desfilan por mi memoria con marchar avasallante.
Al estrecharle contra su pecho le había puesto la mano sobre el corazón, notando que sus latidos acusaban perfecta tranquilidad. El joven, sin advertir nada, se dispuso a retirarse, y ya iba a traspasar el umbral del aposento, cuando el doctor le llamó de nuevo, diciéndole con voz ahogada por la emoción: Oye, Amaury, una palabra. ¿Tiene usted algo que mandarme? Aguárdame en tu habitación.
Medio desmayada se dejó caer Lucía en el diván, cruzando ambas manos sobre el seno izquierdo, que levantaban los desordenados latidos del corazón, y diciendo en voz alta también: Aquí. Estúvose así un rato, sin pensar, sin desear, entregada sólo al placer de hallarse allí, en donde moraba Artegui.
Ángel llegó a sentir latidos en las sienes y a cobrar cierto miedo al hablar incisivo y al mirar fulgurante de Leticia; la cual, como si se envalentonara con los encogimientos de su interlocutor, se tiró más a fondo, de esta suerte: Usted no sabe aún que los amores, como otras muchas cosas, se mejoran con la salsa de la experiencia; quiero decir que para un paladar de buen gusto, son más sabrosos los más experimentados...
Sin duda había ayudado a desnudarse a la señora y la dejaba en la cama. Con la cabeza entre las manos, los codos apoyados sobre las rodillas, permaneció inmóvil, abstraído, escuchando ya solamente la voz de su pensamiento y los latidos de su corazón. Un vivo despecho, del cual no quería darse cuenta, le mordía cruelmente las entrañas.
Y si la claridad no lo acusara, acusábanlo más claramente los sones amortiguados de un piano que dentro se dejaban oír cuando los latidos furiosos del huracán lo consentían. Nuestro embozado siguió, con paso rápido y ocultándose en la sombra cuanto podía, hasta la puerta del palacio.
Bolívar acompañó en su viaje al nuevo representante militar de España, pues como buen patriota no podia vivir lejos del suelo que le habia visto nacer y cuya precaria suerte tantas veces aceleraba los latidos de su noble y esforzado corazon.
Palabra del Dia
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