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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Contra lo que esperaba, nadie se dio por enterado de lo acaecido, ni le dijeron una palabra sospechosa. D. Jaime había arreglado ya el asunto, contando que se había caído por alcanzar un jarro de leche de lo alto de la alacena, mientras Rosa se había ido a ver una vecina.

Felizmente no los hemos esperado, que si no, perdíamos el primer acto, que es precioso. ¿Por qué tardaron tanto? Hasta el último minuto, mi hermana no sabía si vendría... ¡Todo es bien, si bien termina, Jaime! respondió alegremente Martholl, instalando a María Teresa entre su tía y Diana.

Este fue el presente que hizo el padre Enrique a don Jaime para que adornase su despacho. El P. Enrique se había venido a vivir en casa de su tío la víspera de la boda, dejando libre la casa de doña Luz, donde ésta se fue a vivir con su marido en cuanto se casó. La luna de miel empezó entonces para doña Luz, no menos dulce y más por lo sublime que la de su amiga doña Manolita.

Pensó que su hermano le iba a reclamar de golpe el préstamo. Vamos contestó en voz baja, dejando caer el hacha de las manos. Y ambos entraron en la casa y subieron, uno en pos de otro, la escalera ahumada que conducía a la sala. D. Jaime se sentó: Tomás quedó en pie.

Cuando se aliviaba de su mal no dejaba nunca de decir a Ramón: Esto no ha sido nada. Cállate y no digas a nadie que he estado enfermo. Bien está, mi amo; contestaba el criado. Así las cosas, en una mañana, que era la del día décimo después de la partida de D. Jaime, el Padre Enrique tuvo un ataque más fuerte que los anteriores.

Al escuchar las explicaciones que le dio Jaime, al enterarse de su antiguo respeto al pasado y de aquella sumisión a la influencia de los muertos que había entorpecido su vida, confinándolo en una isla apartada, Valls quedó silencioso y abstraído. ¿ crees que los muertos mandan, Pablo?... El capitán se encogió de hombros. Para él no había en el mundo nada absoluto.

Su D. Jaime parecíale un Dios; pero un Dios que la adoraba a ella y que había de vivir siempre rendido a sus plantas. De aquí que doña Luz aniquilase y como embebiese su voluntad en la de D. Jaime, cediendo a todo lo que él deseaba. Doña Luz cedió en el empeño de quedarse a vivir en Villafría y consintió al cabo en seguir a Madrid a su amigo.

Don Acisclo se alegró mucho de esta venida, que iba a darle la mayor importancia; pero tuvo que afanarse para disponer bien las cosas, a fin de hacer a D. Jaime Pimentel una brillante recepción.

No digo que no; pero soy su tío, y el tío protesta y dice que esa boda es un disparate. Jaime le miró con asombro. ¡Disparate casarse con un Febrer! ¿Acaso deseaba algo mejor para su sobrina?... Disparate por parte de ellos y disparate por tu parte afirmó Valls . ¿Te has olvidado de dónde vives?

Cuando Jaime se metió en su cama, tres horas después de la media noche, creyó ver en la obscuridad del dormitorio los rostros del capitán Valls y de Toni Clapés. Parecían hablarle, lo mismo que en la tarde anterior. «Me opongo», repetía el marino con risa irónica. «No hagas eso», aconsejaba el contrabandista con gesto grave...

Palabra del Dia

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