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Actualizado: 9 de noviembre de 2025
Así se pasaron dos días de los tres que D. Jaime tenía que estar en Villafría, y amaneció el día tercero y último. A la madrugada siguiente D. Jaime debía salir para Madrid. Eran las ocho y doña Luz estaba ya levantada y vestida como para ir a la calle.
Pronto se pasó de este modo una semana entera, al cabo de la cual, con no menor pompa y estruendo, volvió a Villafría el ilustre diputado D. Jaime, acompañado de D. Acisclo y de Pepe Güeto. En la casa de D. Acisclo se renovaron las comilonas, las fiestas espléndidas y todo el lujo de que ya se había hecho gala la primera vez. Solución de la crisis
¡Lo que ella sabe, don Jaime! decía el muchacho con admiración . Yo ignoro si es guapa. Por ahí dicen que sí; pero a mí no me gusta. A mí me gustan otras de mi edad. ¡Lástima que no estén aún para admitir el festeig!.... Y volviendo a hablar de su hermana, enumeraba sus talentos, insistiendo con cierto respeto en su habilidad para el canto.
Se llamaba Jaime Evrard, y como anunciaba un talento y unos modales muy superiores a la mayoría, sus padres resolvieron darle una educación adecuada que le hiciera apto para seguir una carrera más brillante en el mundo que la que ellos habían recorrido. Sus progresos superaron a todas las esperanzas, pero inútilmente.
De estas relaciones, que habían durado un año, sólo guardó Jaime el recuerdo de una felicidad agrandada y embellecida por el paso del tiempo y un mechón de cabellos rubios.
Una molestia de algunos meses, que no modificaba su resolución de entrar en la familia. ¡Adelante! El asmático, en su manía verbosa, hablaba a Jaime de sus descendientes, de los ilustres Febrer, los caballeros más buenos y nobles de la isla. Yo tuve el honor de ser muy amigo de su señor abuelo don Horacio. Febrer le miró asombrado... ¡Mentira!
Desde que estaba en Can Mallorquí, todos parecían pendientes de sus mandatos, admirándolo como un personaje poderoso y jovial. Margalida ruborizábase con sus palabras y guiños, pero le quería al verle tan abnegado. Recordaba sus ojos llenos de lágrimas una noche en que todos creyeron que iba a morir don Jaime. Valls había llorado al mismo tiempo que mascullaba maldiciones.
Pero al volver rico y triunfante para su castillo, en los agrios cerros y en el espeso bosque de encinas que hay entre Pinos y Alcalá, cayó en una celada que los moros, más de mil en número, le habían preparado, y allí murió combatiendo heroicamente contra ellos. La viuda de D. Jaime, que así se llamaba el muerto adalid, quedó como única señora y alcaidesa del castillo. Era su nombre doña Mencía.
Mas si esto es así como parece, ¿de dónde salieron los que en el año 1230 tenían su sinagoga junto al portal que llaman del Campo, cuando avanzando por aquella parte los soldados del Serenísimo Rey Don Jaime en su conquista, bajo la conducta del Maestre de Calatrava, la entraron apellidando Válganos la Santa Fe Católica.
Estos tiempos no eran para los caballeros; les habían declarado la guerra, se cometían toda clase de injusticias para mantenerlos relegados. Jaime gozaba de cierta popularidad en las sociedades y cafés de Barcelona y Valencia donde había juegos de azar.
Palabra del Dia
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