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Actualizado: 5 de junio de 2025


Llevaba vestido de corte, con ricas joyas, y su hermosura aparecía deslumbradora bajo la viva luz que la inundaba. El cenador no tenía más mueblaje que un par de sillas y una mesita de hierro como las que se ven en algunos cafés. No hable usted me dijo. No tenemos tiempo para ello. Limítese usted a escucharme, señor Raséndil. Escribí la carta por orden del Duque. Lo sospechaba dije.

Ya se explicaba perfectamente las melancolías, los suspiros ahogados de Nucha. Y mirándole a la cara y viéndola tan consumida, con la piel terrosa, los ojos mayores y más vagos, la hermosa boca contraída siempre, menos cuando sonreía a su hija, calculaba que la señorita, por fuerza, debía saberlo todo, y una lástima profunda le inundaba el alma.

Para ponderar el alto valor de una cosa se decía que era cara como la pimienta. El papú, Cornelio y Van-Horn, tropezando y cayendo, y mareados por el olor acre de la pimienta, iban abriéndose camino a hachazos, avanzando poco a poco y descansando a cada instante para limpiarse el sudor que les inundaba, pues el calor era insoportable en lo interior de la selva.

La poesía triste de la noche, con su silencio rasgado a trechos por alaridos de dolor, inundaba su alma. Si; Alcaparrón sentiría cerca de él a su amada muerta. Algo de ella subiría hasta su rostro como un perfume, cuando arañase la tierra con el azadón y el surco nuevo enviase a su olfato la frescura del suelo removido.

Entonces en el fondo de misma en la región oscura donde nacen las sensaciones ignoradas le pareció sentir algún pesar... ¿Por qué? A este pesar, a esta indecisión sentimental, se unía confusamente una inefable dulzura de impresiones nuevas; la confesión de aquel sentimiento sorprendido tan inopinadamente, inundaba su alma de una extraña melancolía.

La verdad era que las entrañas se le abrían; que el sentimiento de ternura ideal, puro, suave, pacífico que le inundaba, se convertía casi en sensación, que le bajaba camino del estómago, por medio del cuerpo. «¡Esto debe de ser pensaba , en eso que llaman el gran simpático! ¡Y tan simpático! Dios mío, ¡qué delicias; pero qué extrañas!

Era un aliento vivo y poderoso que ensanchaba su corazón y lo inundaba de sentimientos vagos y sublimes. Ni uno ni otro hablaron. Gozaban contemplando la majestad y grandeza del océano con un sentimiento humilde de su pequeñez y con vago deseo de participar de su fuerza sagrada e inmortal.

Niña dijo , ¿no te levantas hoy? Inesita, medio dormida aún, si bien tenía abiertas ya las maderas de la ventana, y el sol inundaba su cuarto, se incorporó un poco y contestó: Pues ¿qué hora es? Las nueve y media; cerca de las diez. De sobra es hora de que te levantes. Además es menester que te levantes. Hay grandes novedades. Paco Ramírez ha venido. ¿Con mi cuñado? preguntó Inés.

«Estamos a sus órdenes manifestó Doña Francisca en alta voz; y para : Esto no puede ser; esto es un sueño». La idea de que no pudiera Nina enterarse de tanta felicidad, enturbió la que en aquel momento inundaba su alma.

Estaba en efecto el camino encharcado, lleno de aguazales, y como había llovido por la mañana también, los pinos dejaban escurrir de las verdes y brillantes púas de su ramaje gotas de agua que se aplastaban en el sombrero de los viajeros. Julián iba perdiendo el miedo y un gozo muy puro le inundaba el espíritu cuando saludó al crucero con verdadera efusión religiosa.

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