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Actualizado: 28 de mayo de 2025
Las demás pasaron á Fez en donde recibieron todo linaje de insultos i robos por aquella bárbara canalla en todo igual, menos en religion, á los bestiales jueces del Santo Oficio.
El miedo nos impidió andar en contestaciones con ellos, y al punto les dimos alhajas, dinero, plata de mesa y cuanto había, deseando que se lo llevasen todo de una vez para no escuchar sus insultos.
Para una millonaria era este el más refinado de los insultos. ¿Has oído, Pepe? gritó mirando á su esposo. ¿Y tú consientes estas atrocidades en tu casa? Los ojos tímidos de Sánchez Morueta iban de su mujer á su primo, como asustado en su interna somnolencia por el inesperado choque. Me voy siguió gritando doña Cristina al ver la indecisión de su esposo. No quiero escuchar más á este hombre.
Don Juan se apresuraba a apagarla para librarse de aquellos insultos que hacían prorrumpir en carcajadas al ocioso público. A medida que el tiempo transcurría, el zumbido de las conversaciones iba creciendo hasta hacerse insoportable. Los salvajes de la cazuela expresaban su impaciencia con patadas, gritos y baladres.
El niño procuraba incorporarse exhalando ayes lastimeros, repitiendo siempre con acento de verdad profunda. «¡Yo no he sido!... ¡Yo no he sido!» Y con desgarradora expresión de pena, como si le dolieran más en el alma que sus heridas le dolían en el cuerpo los insultos que había oído contra su padre y su madre, repetía lastimeramente: Mi padre ha muerto... Yo no lo conocí... Pero mi mamá es una santa, santa... ¿Sabes tú?... ¡Santa!...
Debía haber pasado el día en el campo; indudablemente, en la estancia de Rojas ó vagando por las inmediaciones del río en compañía de aquella muchacha del látigo. «¡Y yo aquí pensó , encerrada como una fiera, huyendo de los insultos de un populacho injusto!... ¡Y luego se asombran de que una mujer sea mala!»
En este canto te trata de la toma y robo del puerto de Santos y San Vicente y de los insultos y maldades que allí hizo el Capitan Tomas Candish, Señor de Mitiley, y Capitan General de la Reina de Inglaterra. Si solo viene el mal, decir se suele Bien vengas mal; mas siendo acompañado, Mas grave es el segundo, y aun mas duele El golpe, cuando viene redoblado.
Esa voz agria la estoy oyendo desde entonces: la oiré siempre, en mis mejores instantes, si continúo aquí. ¿Y la mirada de sus ojos?... Adiviné todos sus insultos mudos, la comparación rápida que hizo entre su miseria y mi aspecto de hombre fuerte y bien cuidado. Yo era para él un cobarde que pasea con mujeres, mientras los hombres están con los hombres, dando su vida por algo importante. ¡Bah!
Si contiene insultos graves, el procedimiento es terrible, como diré más adelante. Si no, el damnificado se contenta a su vez con echarle hoja a su adversario, para mayor contento de los impresores, que realizan buenos beneficios, y solaz de los vagos, que se pasan las horas muertas en las esquinas con la nariz al aire.
Los que eran de la ciudad reconocieron a la Marquesita, y al alejarse contestaron sus insultos con palabras tan clásicas como impúdicas. ¡Pero qué punta aquella! De no ir de prisa, la hubieran dado una zurra por debajo de las enaguas... La columna sufrió cierto reflujo al subir la cuesta que conducía a la plaza de la Cárcel: el sitio de peor sombra de la ciudad.
Palabra del Dia
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