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Es su institutriz. ¡¡Dia...blo!! acentuó Fabrice con energía. Y volvió tranquilamente a preparar su paleta.

Aparece una mujer de figura elevada y majestuosa, que marcha con lento paso á sentarse en una de las butacas que hay delante de la chimenea. La luz que de súbito la baña deja ver la fisonomía severa, pero bella, de la institutriz de los Trevia. ¡Oh, no; no hay mentira en declarar que es hermosa!

Está elegante como una institutriz de su tierra... Tiene la cara menos verde, y deja un reguero de olor barato: habrá comprado polvos y perfumes en la peluquería del buque... Y todo por usted, grandísimo conquistador... Hasta lleva zapatos nuevos. No le veo los tacones gastados de antes. Y Fernando, en el egoísmo de su deseo, acogía estas burlas con una satisfacción cobarde.

Es usted afortunado, viejo bribón; la institutriz le ayudará á tener paciencia. Debo cortarle la lengua ó las orejas, Arturo dijo á media voz el señor de Bevallan avanzando hacia su interlocutor, y haciéndole una rápida seña para que notara mi presencia. Se pasó entonces en revista, en una encantadora mezcolanza, todos los caballos, todos los perros y todas las damas de la comarca.

Pero en medio de su frenesí amoroso, un hombre más observador que el conde hubiera notado cierta inquietud, algo triste y siniestro que brotaba á la frente por intervalos en forma de arruga, y á los ojos como relámpagos aciagos. Trascurrió mucho tiempo. Al cabo la institutriz, después de vacilar infinitas veces, se atrevió á preguntarle al oído: ¿Qué piensas hacer después de lo que te han escrito?

Los más atrasados, vale decir, los más versados en el saber antiguo, eran los más calificados para enseñar el pasado al presente, y a ese título la Iglesia fue la institutriz universal.

¡Estás loca, Blanca! dijo la condesa ligeramente contrariada por esa salida intempestiva. No, mamá, te aseguro que he conocido muy bien de lejos a mi antigua institutriz conduciendo un cochecito de niño. Esta vez Raúl palideció a pesar suyo. ¡Pobre muchacha! dijo Neris con interés. ¿Estará reducida al papel de niñera?

La mujer más fea y pobremente vestida del buque... Una especie de institutriz casada con un musiquillo borracho, del que se reían todos, hasta la turba de cómicos que iba con él. En su burla despiadada no perdonó ni al niño: un gordinflón con pelo de cáñamo, el más sucio de toda la chiquillería del buque. Ella esperaba ver a Fernando llevándolo en brazos mientras hacía el amor a la mamá.

Nada de eso, señor cura; su alejamiento es una simple medida de prudencia en su propio interés. El señor Neris se encogió de hombros con impaciencia. Raúl siguió fumando con una flema enteramente británica. En una palabra, está usted sin institutriz y le hace falta una.

Cerca de este grupo majestuoso, y buscando su contacto, estaban otras damas, a las que llamaba Maltrana «aspirantes a pingüinos». Eran la esposa y las niñas de Goycochea el español, la señora del millonario italiano, cuyo collar de perlas rivalizaba en valor y continuas exhibiciones con el de la mujer del banquero, sus hijas, la institutriz inglesa y toda la familia de la Boca que traía a su costa a Monseñor.