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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
La fantasía encendida del mancebo no dejaba de recorrerlas una á una, complaciéndose y recreándose en ellas, y adornándolas con los detalles más inefables y primorosos. Una tarde reciente le había dicho la condesa echándole los brazos al cuello: «Escucha, Octavio; tengo miedo, mucho miedo de perderte. Vivo en continuo sobresalto, que amarga y emponzoña los instantes felices que paso á tu lado.
Los murciélagos revoloteaban en las encrucijadas de las columnas, queriendo prolongar algunos instantes su posesión del templo, hasta que se filtrase por las vidrieras el primer rayo de sol. Pasaban volando sobre las cabezas de las devotas que, arrodilladas ante los altares, rezaban a gritos, satisfechas de estar en la catedral a aquella hora como en su propia casa.
Germana no estaba más tranquila que él. Presentía que su vida iba a decidirse en una hora y que su médico no era ya el señor Le Bris, sino el señor de Villanera. No obstante, los dos jóvenes, conmovidos hasta el fondo del alma por una emoción violenta, permanecieron algunos instantes sentados el uno al lado del otro en el más profundo silencio.
¡El capitán Antonio Riquer!... Un héroe de la isla de Ibiza, un marino tan grande como Barceló... Pero como Barceló era mallorquín y el otro ibicenco, todos los honores y los grados habían sido para aquél. Si hubiese justicia, debía tragarse el mar a la isla orgullosa, madrastra de Ibiza. De pronto, el viejo recordaba que Febrer era mallorquín, y permanecía en confuso silencio por unos instantes.
De este modo sorprendioles la noche cuando ellos imaginaban no haber pasado juntos sino muy pocos instantes. De su arrobamiento vinieron a sacarles Antonia y el doctor que aparecieron cada uno por su lado y se acercaron a ellos sonriendo.
Lo contemplaba con atención anhelante algunos instantes, se llevaba el pañuelo á los ojos y proseguía su paseo. D.ª Robustiana entreabrió la puerta y asomó tímidamente la cabeza. Señor, ahí abajo está Flora que viene á darle el pésame.
No más obediencia pasiva, no más abdicación de su persona; los nadadores, con voluntad propia por algunos instantes, se dispersaban libremente por el agua: nada les distinguía á unos de otros. Pero, desgraciadamente, al poco rato se oyó un silbido, y la salida se operó repentinamente.
Hay que hacer justicia al pobre chico. Cuando se halló más desahogado y tranquilo, guardó el retrato donde solía y comenzó a pasear a lo largo de su gabinete y a reflexionar como su padre deseaba, «con la cabeza fría y el corazón sosegado». Porque Ángel se consideraba ya en aquellos instantes con el juicio y la sangre en su ordinario nivel.
Al cabo de unos instantes en que nuestro joven por debajo de sus largas pestañas seguía con mirada inquieta los movimientos de la mano del artista, éste le dijo en voz baja, plegados los labios por una sonrisa afectada que extendía desmesuradamente su boca: Usted es el señorito de Belinchón, ¿verdad? Sí articuló.
Pero la noticia que tuvieron del saqueo y caudal que todavia existia, fué incentivo para que no obedeciesen la órden de retirarse, y se multiplicaron tanto, que se hace increible el excesivo número que andaba por las calles, divididos en tropas, tocando sus cornetas, y despidiendo piedras con las hondas: de suerte que toda la gente de cristiandad y distincion estaba refugiada en los templos, implorando la clemencia del Altísimo, y esperando la muerte por instantes.
Palabra del Dia
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