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Actualizado: 8 de noviembre de 2025
Sentí lo que debe sentir el ladrón cuando se propone apoderarse de lo ajeno, y me dí plena cuenta, en aquellos instantes, de que cometería cualquier crimen, con tal de hacerme con ese pájaro de rico plumaje. Largo espacio de tiempo permanecí inmóvil, pensando en la mejor manera de llevar a cabo mi intento.
Don Quintín, rebañando con un migote la rica salsa, guardó silencio unos instantes, cual si dudase de la oportunidad de lo que iba a decir, y, por último, habló resueltamente, aunque sonriendo para disminuir el alcance de sus frases: Señor mío; usted sí que tiene remuchísimo talento; y todo eso está muy bien urdido...; pero a perro viejo no hay tus tus. ¿Cómo? Que no me engaña usted.
Algunos profesores acostumbrados á no asombrarse de nada y á buscar la razón científica de todos los hechos se dieron cuenta, pasados unos instantes, de que esta obscuridad era debida á un desprendimiento exterior, á dos telones macizos que habían caído sobre ambas ventanas, interponiéndose entre sus ojos y la luz.
Las mujeres, puestas de pie sobre las sillas, miraban con nerviosa curiosidad la nube de humo erizada de relámpagos que se acercaba, dejando tras sí un ambiente cargado de azufre y voladoras pavesas; y cuando el estruendo llegaba frente a ellas, cubríanse los rostros con los abanicos, hundían la cabeza en el pecho, o sin dejar de reír, llevábanse las manos a los oídos, como si no pudieran resistir el trueno continuo, cuya intensidad subía o bajaba, llegando en algunos instantes, con la violencia de la explosión, a hacer el vacío, dejando sin aire los pulmones.
Sí, no hay duda; y á pesar de eso los asesinamos. Hay momentos, sobre todo en su desarrollo, crisis en que ella pende de un hilo. La vida parece titubear y preguntarse: ¿Duraré mucho? En aquellos instantes decisivos, nuestro contacto, la estancia en las ciudades y la vida de las muchedumbres es la muerte para aquellas criaturas vacilantes.
Se había visto pasar á Tragomer y en este momento se daban indicios ciertos sobre la dirección que había tomado á aquellos ojeadores de caza humana. Ganemos la punta del promontorio y ocultémonos en las rocas, dijo Cristián. Avanzaron rápidamente y se metieron en una pequeña gruta, donde pudieran respirar, ver y escuchar por unos instantes.
Fernando, advertido por el codo del compañero, se fijó en sus cabellos, de un rubio obscuro, recogidos en forma de casco; en sus ojos claros y temblones como gotas de agua marina, que se elevaron unos instantes del libro para mirarle con tranquila fijeza; en el color blanco de su cuello, una blancura de miga de pan ligeramente dorada por el sol y la brisa del mar.
Después de haber charlado algunos instantes con la familia Belinchón, don Mateo se despide para recorrer todos los palcos, como tenía por costumbre; pero antes dice, dirigiéndose a Cecilia: ¿Cuándo llega? La joven se puso levemente encendida. No sé decir a usted, don Mateo... Doña Paula sonrió con malicia, y vino en auxilio de su hija.
Aunque me ames, Miguel, tengo la seguridad de que no sientes por mí la admiración respetuosa, el entusiasmo que sentías el día de Carnaval echado a mis pies en el carruaje... ¿Comprendes ahora mi tristeza y mis lágrimas? Miguel comprendió que era necesario estar de acuerdo con la generala, aunque fuese por breves instantes. Bajó la cabeza y quedó pensativo y triste.
Antes se vea azotado por mano del verdugo Bartolomé Estéban Murillo, que vuelva ese lienzo á pisar los umbrales de la comunidad, si vuestras reverencias no han de tomarlo á enojo. No valieron ruegos, ni súplicas. Á los pocos instantes Murillo salia del convento con su grande obra. Ignoro qué hizo de ella.
Palabra del Dia
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