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Actualizado: 2 de mayo de 2025
En esto llegó, desalada, Paca, se abrió paso por entre el círculo de curiosos y, dándose por enterada instantáneamente de lo acaecido, comenzó a decir a grito herido: ¡Eso! ¡Eso! Estos desalmados quieren enchiquerar a la pobresita de mi niña.
Apenas si alcanzaba á distinguir la silueta del sumergible. Pero á pesar de esto, siguió bramando con toda la fuerza de su fe: Está tocado... ¡Viva! ¡viva!... Y lo extraño fué que el enemigo desapareció instantáneamente de la superficie azul. Los artilleros dirigieron aún algunos tiros contra su periscopio. Después sólo quedó en el lugar ocupado por él una lámina blanca y brillante.
Aquel dejo humilde y aquella cierta inoportunidad ingenua de la pregunta, debían quedarle murmurando como una dulzura en la memoria. Le pareció adivinar instantáneamente toda el alma de Julio. ¿Yo resentida con usted?... ¡Oh, no, no! Es una pena. ¿Una pena que yo no esté resentida con usted? Explíqueme, Julio.
Pero si estos diamantes fueran falsos... puede ser muy bien... si no lo fueran esa dama debía ser... veamos; examinemos bien esta alhaja. Y Juan Montiño miró de nuevo y de una manera ansiosa el brazalete. Entonces la sangre se heló en sus venas, pasando instantáneamente del frío á la fiebre, como si su sangre se hubiera convertido en la lava de un volcán.
Miré detrás de mí instintivamente. Una sombra negra, una especie de larva, quedaba tendida sobre el pavimento. Se retorcía con dolorosas contracciones, lo mismo que un reptil partido en dos. Salían gemidos é insultos de este paquete humano que intentaba elevarse sobre sus brazos, arrastrando las piernas rotas. ¡Brutos!... ¡Me han matado! Pero instantáneamente dejé de verle.
En cualquiera otra circunstancia, es probable que todo esto no me hubiera chocado; pero viniendo en seguida de la reprimenda de la abuela para celebrar mi vigésimoquinto aniversario, me sentí poseída de una ardiente curiosidad: El horror de la abuela pensé instantáneamente, ¿será un resto de paganismo olvidado en su cerebro?
Al ser abiertas, entra el aire exterior y se condensa instantáneamente, formando un humo blanco junto a las lamparillas eléctricas: algo así como si lloviese sal o hielo molido.
Un poco más tarde, Clara, que miraba con recelo aquel tragaluz maldecido, se estremeció con horrible sacudimiento, dió un grito muy agudo y sus ojos expresaron el pavor más grande. ¿Qué tienes, qué hay? dijo Lázaro con sobresalto. Clara, tal vez dominada por el miedo, había creído ver instantáneamente en el tragaluz los ojos vivos, la nariz puntiaguda de Elías Orejón, su tirano y protector.
Ya no vio más. Se sintió cogido de nuevo. Pero ahora era su madre la que sollozaba lo mismo que la vecina. «¡Hijo mío! ¡pobrecito!» La dolorosa visión borrábase instantáneamente en su memoria. Un período de obscuridad venía luego, y pasado éste, se veía con cierta blusa negra que le daba gran prestigio entre la chiquillería de la vecindad.
Y estas gentes, que en sus lejanos países habían oído hablar muchas veces de Monte-Carlo, al verse en él por los azares de la guerra, se amontonaban junto á las mamparas con una curiosidad infantil, admirando instantáneamente, al abrirse y cerrarse aquéllas, la rápida visión de los salones dorados, puestos en fila y llenos de público. Después se retiraban, cediendo el sitio á otros camaradas.
Palabra del Dia
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