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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Mas, lejos de callarse, lejos de aludir a su desengaño, insistía tanto en las manifestaciones de un afecto a la par ingenuo y ardiente, que el juez no podía dudar de su sinceridad. Por otra parte, ¿era en realidad increíble aquel amor de una joven de veinte años por un hombre de más de cuarenta?
Al contrario, hijo. Yo no tengo ojos nada más que para mirarte a ti. Y desde que tú me gustas he perdido el gusto de todas las demás. Ella, insistía con calor, llamándome embustero, gitano, comediante. Al fin, una noche, más por complacerla que por otra cosa, le dije: Pues, si he de serte sincero, la que allí me parece mejor es tu prima Isabel. ¡Dios eterno, qué hice!
Sin embargo, Pepa insistía aspirando a arrancar de aquel cerebro luminoso el secreto de la mina: bromeaba tomándole de las solapas de la levita, llamándole viejo, cazurro, zorro, haciendo gala de una desvergüenza que en ella había llegado a ser coquetería. El banquero no daba fuego.
Insistía en sus románticas vehemencias mi amigo, y quién sabe si al fin habría tenido la contienda un término funesto... Pero la entrada de los niños fue como intervención de la divina Providencia en el asunto.
No, no se enterarán; tomaremos precauciones; tú subes primero, después me abres la puerta... Pero los criados lo oyen todo; la puerta está cerca de la cocina; además, hay un chico encargado de abrir... Miguel insistía apretando el ingenio para combatir los temores de la generala: ésta amontonaba las dificultades, dejando, no obstante, entrever más o menos lejano, el triunfo del joven.
Digo, ¡me paece!... Yo soy del comité de mi partido: eso es... ¿Que soy torero? Ya sé que es un ofisio bajo y reasionario, pero eso no quita que tenga mis ideas. Insistía en lo de la reacción, sin hacer caso de las burlas de don José, pues él, aun respetando mucho a éste, sólo hablaba para el doctor Ruiz.
Andrés insistía con afán, acometido de impulso caballeroso y galante: mas no pudo vencer su obstinación. Entonces se detuvo y dijo resueltamente: No doy un paso más si no aceptas. Ella le miró sorprendida; pero viendo que, en efecto, no se movía, tomó el partido de aceptar.
Entonces ella se enfadaba, insistía, quería a todo trance coger carne. Al cabo, él aflojaba los músculos diciendo: Te dejo morder; pero a condición de que me hagas sangre. No, eso no respondía ella, expresando en la sonrisa anhelante el deseo de hacerlo. -Sí, quiero que me hagas sangre; si no, no te dejo. La niña empezaba apretando poco a poco la carne de su marido. ¡Más! decía éste.
No le cabía duda que aquel majadero insistía en pretender a su mujer, que la visita a solas había sido calculada, y aun llegaban sus sospechas a imaginar que había estado espiando su salida para entrar, sabiéndole ausente. Por esto, por la profunda antipatía que desde luego le inspiraba y sobre todo por la afrenta que de él acababa de recibir, su sangre hervía de odio y ansias de vengarse.
Rió forzadamente, dirigiendo una mirada inquieta a Calderón. Si insistía, aquella pánfila era capaz de repetir en voz alta la atrevida frase que acababa de decirle. Por supuesto siguió Pepa que yo me meto lo menos posible en sus reyertas. Ni voy apenas por su casa. ¡Uf! ¡Me crispa el hacer el papel de suegra!
Palabra del Dia
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