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Actualizado: 26 de julio de 2025
Al mismo tiempo llevó la mano al bolsillo en busca de la cartera. Su semblante, que sonreía con la expresión triunfal del que lleva en el bolsillo la llave de todos los goces de este mundo, se contrajo de pronto. Una nube de inquietud pasó súbito por él. Buscó con afán. La cartera no estaba en aquel sitio. Pasó a los demás bolsillos. Lo mismo. ¡F....! ¡me han robado la cartera!
Cuando recobró el conocimiento, estaba medio tendida en el sofá; el cuerpo de su vestido estaba desabrochado y Roussel tenía cogida su mano y se inclinaba sobre ella con inquietud. Después de veinte años, se encontraban en la misma situación que el día de su rompimiento. Se levantó azorada y dijo con amargura: ¡Confiesa que has deseado mi muerte!
Una sorda inquietud la molestaba hacía un momento; cómo sería interpretada su ausencia á la cita dada por Roussel. Porque era seguro que no podría ya pasearse por el parque. ¿Y qué pensaría Mauricio? ¿Supondría que le abandonaba? ¡No! eso era imposible. Pensaría que había sido vigilada, detenida.
¡Bien, hombre!... Me alegro de que hayas salido del cascarón y sepas lo que es el mundo. ¡Ah, tunante, qué callado te lo tenías! Pero como todavía se quedase en el despacho adivinándose en su actitud un resto de inquietud, Raimundo, con esa audacia peculiar de las mujeres y de los hombres débiles en las circunstancias críticas, dijo con firmeza: El capital de mi hermana y el mío está íntegro.
Se hubiera dicho que era el alma de los bosques exhalando en suspiros de inquietud la melancolía que pone en ellos la caída de la tarde.
Escuchaba ya su voz irónica: «¡Nada de mujeres!» Y la primera que se presentaba lo hacía marchar ante su paso, confuso pero obediente, lo mismo que un prior que rompe la clausura para recibir á una reina. La inquietud le hizo hablar al coronel, que iba silencioso á su lado, acompañándole desde la verja al edificio. ¿Dónde estaba Castro?... En la biblioteca, con lord Lewis.
Su embarazo era lo mismo que los otros. Debía dejarle en paz. Tenía asuntos más graves en que pensar; estaba desesperado por las injusticias de que era objeto. Nadie hacía caso de la juventud; no la abrían camino... Y después de estas lamentaciones dormíase, mientras Feli, en la obscuridad, se pasaba las manos interrogantes por aquella montaña, motivo al mismo tiempo de alegría e inquietud.
Todos formulaban mentalmente la misma excusa para disculpar su debilidad. ¡Si pillasen en campo raso a aquella gente!... Al pasar frente al Círculo Caballista, aparecieron tras los cristales varias cabezas de jóvenes. Eran señoritos que seguían con inquietud mal disimulada el desfile de los huelguistas.
Los que ocupan el resto del banco dormitan con la cabeza baja ó sueñan despiertos contemplando el cielo. La burguesa, al hablar, gratifica á la muchacha ácida con un solemne Madame. Hace un mes habría abandonado el asiento, á pesar de su cansancio, para evitarse tal vecindad. ¡Pero ahora!... La inquietud nos ha hecho á todos bien educados y tolerantes.
Al llegar a la puerta cambió de resolución y pasó de largo sin entrar. Subió a la primera fonda que tropezó, alquiló una habitación y volvió a salir. Su inquietud y dolor no menguaron por esto. Al contrario, la idea de que no tenía dinero para pagar el pupilaje le atormentó de modo indecible.
Palabra del Dia
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