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Y la cocinera sirvió la sopa, como siempre... Mientras Juanillo tomaba unas pocas cucharadas, los curiosos se comunicaban sus impresiones: ¡Quién lo diría, al verlo tan flacuchín!... ¡Y la sopa no estaba en el programa!... ¡Ya tendría preparada una droga para evitar la indigestión!... Terminó Juanillo la sopa como si tal cosa.

Ahora una ración de postas, cinco o seis; a granel los perdigones zorreros, metralla fina, y al final un taco bien golpeado. Si la escopeta no reventaba con aquella indigestión de muerte, sería misericordia de Dios. Aquella noche dijo Sènto a su mujer que esperaba turno para regar, y toda la familia le creyó, acostándose temprano.

El labrador fué sacando de su faja toda aquella indigestión de ahorros que le hinchaba el vientre: un billete que le había prestado el amo, unas cuantas piezas de á duro, un puñado de plata menuda envuelta en un cucurucho de papel; y cuando la cuenta estuvo completa no pudo librarse de ir con el gitano al sombrajo para convidarle á una copa y dar unos cuantos céntimos á Monote por sus trotes.

También lo llevo yo, y esto no me impide encontrar muy agradables los placeres de la vida y considerar que de todos esos placeres el más interesante es... el encuentro de dos esqueletos. Castro reía con una conmiseración afectuosa contemplando á su amigo. Estás harto, lo repito; tienes la inapetencia y las visiones fúnebres de los que sufren una dolorosa indigestión... te restablecerás.

Este, por no ofender a su hermana a quien por razón de intereses estaba obligado a guardar consideraciones, se lo había otorgado, aunque con gran dolor de su corazón. Me parece que le ha hecho daño el sol y la comida.... Bueno, una indigestión.... Eso pasará pronto. Yo creo que debías ir allá, Julián , manifestó Mariana. Si hubiese necesidad, claro que iría.

Era cosa ligera, una indigestión, y probablemente al venidero día estaría como si tal cosa. Hablando después con Isidora del suceso de aquella noche, le dijo así: «Siento ese percance, porque no hallarás otra fiera como esa. No hay dos Botines en el mundo. Si los hubiera, ¿dónde estaría ya nuestra querida patria?

A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente, una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto hiriente fueron los agravios. Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba, escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, su gran culpa.

Vuestra tía era horrible, señorita, me dijo volviéndose bruscamente. Mis lindos ojos compensaban su fealdad, respondí en igual tono. ¡Qué buena mesa! ¡Qué buen servicio! Todo andaba sin pies ni cabeza. ; pero ¡qué pavo! ¿Cómo no moristeis de una indigestión? Lo creí sinceramente, hasta el día en que os volví a ver aquí, Dios mío... en perfecta salud.

Yo no era cazador, ni había manejado otras armas que las de adorno en los salones de tiro; ni entendía jota de ganados, ni de labranzas, ni de arbolados, ni de hortalizas, ni pintaba ni hacía coplas; y por lo tocante a la señora Naturaleza, la de los montes altivos y los valles melancólicos y los umbríos bosques y las nieblas diáfanas, y las sinfonías del «favonio blando» entre el pelado ramaje, y los rugidos del huracán en las esquivas revueltas de los hondos callejones, vista de cerca, mejor que madre, me parecía madrastra, carcelera cruel, por el miedo y escalofrío que me daban su faz adusta, el encierro en que me tenía y los entretenimientos con que me brindaba... Y a todo esto había que añadir que el invierno con sus fríos, con sus nieblas, con sus aguaceros y con sus nevascas, estaba ya cerniéndose encima de los picachos del contorno y de la casona de mi tío... Y aunque, por misericordia de Dios, no pasara yo allí más que él, ¡sería tan largo, tan largo!... ¡Cuántos libros devorados sin sacarles pizca de sustancia! ¡cuántos chamuscones en la cocina! ¡cuánta indigestión de bazofia! ¡cuántos paseos en corto! ¡cuántas rendijas del suelo contadas maquinalmente con los ojos! ¡cuántas rúbricas echadas con el dedo en los empañados cristalejos de mi cuarto!... ¡Virgen de la Soledad, qué perspectiva!

Muchas fiebres gástricas sin agudeza, las designadas con el nombre de mucosas, exigen el uso de antimonio, cuando una indigestion ó un estado saburral mas ó menos habitual figura como causa en la etiologia ó en la recrudescencia y su prolongacion.