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Ahí tengo en ese montón las nueve sinfonías del «Hombre», sus innumerables sonatas, su misa, y con él a Haydn, a Mozart, a Mendelssohn, a todos los grandes tíos, en una palabra. Hasta tengo a Wagner. Los leo, toco en el armónium lo que es posible, ¿y qué...? Es como si a un ciego le describieran con gran elocuencia el dibujo de un cuadro y sus colores.

El concierto infinito, remedo de todas las interjeciones, los gritos y lamentos de la Creacion, habia comenzado. Durante una hora la inmensa arpa metálica nos hizo oir todos los ecos, los rumores, los cantos, las sinfonías, las detonaciones de esa arpa viviente de millones de cuerdas siempre vivas y vibrantes, que se llama Naturaleza.

Platel continuó: No sabría expresar hasta qué punto soy esclavo de la belleza. Los tonos armoniosos son para sinfonías exquisitas que me encantan, en tanto que la reunión de ciertos colores y formas hacen rechinar mis nervios como el chirrido de una sierra al cortar la piedra.

Marqués coloca sus inspiradas sinfonías, sin extrañeza de nadie, con aprobacion de todos, al lado de las de Mozart y Beethoven, y Arrieta y Caballero engrandecen poco á poco la zarzuela para que, en dia no lejano, la noble aspiracion de la ópera española se convierta en hermosa y firme realidad.

Es más difícil de lo que parece mostrar ingenio, discreción, tino y, sobre todo, arte en las trivialidades y pequeñeces que son el tema obligado a los comienzos de esas visitas «de cumplido» que todos hacemos, que hace todo el mundo. Es más fácil ganar una batalla campal que entrar a tiempo y bien entonado en esas insustanciales sinfonías de la comedia que va a representarse después.

Llegaba hasta sus oídos la música del baile; una música divina: vulgares danzas de moda, two-steps, o tangos, que, por la influencia del ambiente, sonaban en aquella hora de ilusiones como sinfonías de infinito idealismo. Sentían la dulce turbación de la embriaguez: una embriaguez de luz de luna, de noche serena, de poesía sentimental.

Tocaba el violín cuando no era más alto que él, lo mismo que el piano y el órgano. Con leer una vez una canción, tenía bastante para ponerla en música exquisita, que parece de sueño y de capricho, y como si fuera un aire de colores. Escribió más de quinientas melodías, a más de óperas, misas, sonatas, sinfonías y cuartetos. Murió pobre a los treinta y un años.

¡Oh!, se lo decía el corazón.... Antonio sería algo bueno, la gloria de los Reyes.... Y acaso, acaso, cuando se hiciera rico, ya conquistando una gran posición política o escribiendo dramas, lo cual le halagaba más, o, lo que sería el colmo de la dicha, como gran compositor de sinfonías y de óperas, como un Mozart, como un Meyerbeer, él, su padre, ya viejo, chocho, chocho por su hijo... le metería en la cabeza que restaurase en Raíces la casa de los Reyes...; y él, Bonis, vendría a morir allí... en aquella paz, en aquella dulzura de aquel crepúsculo, entre ramas rumorosas de árboles seculares, mecidas por una brisa musical y olorosa, que se destacaban sobre el fondo violeta del cielo del horizonte, donde el último aliento del día perezoso se disolvía en la noche.

Es muy notable la portada, cuyos bajos relieves representan el juicio final, cuadro tan favorito de las iglesias de la edad média. El juego de campanas de la torre, de muy variadas sinfonías, es acaso el mejor de Suiza.

Eran, por regla general, modestos empleados que por el módico precio de la taza de café se regalaban con sus familias toda la noche escuchando al piano y al violín todas las sinfonías y todos los nocturnos habidos y por haber, conversaban, leían los periódicos y se daban tono de personas pudientes.