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Al pronto no le había conocido, porque difícil era reconocer en aquel arrogante mozo al débil jovencillo Jacobo Téllez-Ponce, casado doce años antes con la marquesa de Sabadell, prima lejana de Currita; desde entonces no había vuelto a verle esta, y jamás le hubiera reconocido si, corriendo a ella Leopoldina Pastor, no le dijera: ¿Has visto a Jacobo Téllez?... Decían que se había casado en Constantinopla con una turca monísima... ¿Qué traerá aquí ese indecente?

Pero el doméstico le miraba con asombro, como si le propusiese algo indecente, acabando por volver la espalda, luego de depositar en su plato una galleta ó un emparedado. Robledo quedó junto á la mesa, cerca de aquellas materias preciosas y alquiladas defendidas por la servidumbre. La condesa abandonó su brazo para contestar á los que la felicitaban.

La muy bribona... ¡imaginar que su marido puede perdonarla después de la trastada indecente que le hizo, después que el querindango atropelló a este infeliz abusando de su fuerza...! ¡Qué infamia! Si yo no hubiera estado un mes seguido trasteando a este chico para quitarle de la cabeza la idea de la venganza... no qué catástrofes habrían sucedido.

Jacinto quedó confuso. Tornó á hablarle y ella á responderle con igual aspereza. Entonces permaneció silencioso. Al cabo de algunos momentos Flora le interpeló con violencia acerca de su visita nocturna en Entralgo. Aquello estaba muy mal hecho. Debía de comprender que no hallándose en su casa era indecente el ir á llamar de noche al balcón de su cuarto.

Vio que las costumbres de Madrid se transformaban rápidamente, que esta orgullosa Corte iba a pasar en poco tiempo de la condición de aldeota indecente a la de capital civilizada. Porque Madrid no tenía de metrópoli más que el nombre y la vanidad ridícula. Era un payo con casaca de gentil-hombre y la camisa desgarrada y sucia. Por fin el paleto se disponía a ser señor de verdad.

¡Pues vaya con el indecente! exclamó Leopoldina Pastor hecha una furia . Para esos yanquis farsantes, igual da Figueras que Fernando el Católico, y lo mismo representa una corona que un gorro de algodón. Cotton is King!... ¡Monísimo!... ¡Y pensar que hace tres semanas bailábamos todas en su casa!... ¡Vamos! Si después de todo, resulta que cuando se trata de divertirse perdemos todas la vergüenza.

El buen humor acabó de disiparles el susto, y recibieron todos al caído con grandes carcajadas, excepto Leopoldina Pastor, que dominando las risas con su poderosa voz de contralto, gritaba furiosa: ¡Pues mira el indecente cómo trae mi waterproof arrastrando!... ¡Diógenes, hijito!... ¡Recoge ese impermeable!... ¿No ves que me lo estás poniendo hecho un asco?...

Fortunata dijo: «¡Toma, indecente, púa, ladrona!». Bofetada más sonora y tremenda no se ha dado nunca.

De vez en cuando cesaba y una voz lanzaba al aire alguna copla indecente, que era celebrada con rugidos de alegría, creciendo tanto y tanto la algazara, que el mundo se venía abajo. El teniente Rubio, siempre original, trepó por las cornisas de la capilla de San Fructuoso, situada casi enfrente de la casa de Estrada-Rosa, y comenzó a repicar la campana.

¿Y nadie más? ¿No ha estado Mauricia? No señora... Esta mañana la vi en la puerta del bodegón de la Plazuela de Lavapiés. Vive por aquí cerca... «Señá Mauricia, mire que la señora la está esperando...». Me contestó, dice: dile a esa tiona que si quiere correr los pañuelos que los corra ella, y que si no, que los deje... «¡Habrá indecente!...» exclamó la señora algo distraída.