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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Los Torrebianca se han quedado con el dinero que dió Fontenoy para las verdaderas; ó han vendido las verdaderas, sustituyéndolas con falsificaciones. La mujer acogió con un suspiro el nombre de Fontenoy. Ese hombre está próximo á la ruina. Todos lo dicen. Hasta hay quien habla de tribunales y de cárcel... ¡Qué rusa tan voraz! Sonó una risa incrédula del hombre.

En el siglo que inaugura la era moderna es biforme entre nosotros la espresion de todas las grandes ideas sociales: la religion, la política, la literatura, el arte, se formulan de dos maneras enteramente opuestas en la corte y entre el pueblo: fórmula nacional y popular, católica, esclusista y celosa por un lado; fórmula de corte y gabinete, filosófica, reformista, incrédula, tolerante y sin celo, por el otro.

Los oficiales se miraron entre con expresión entre asombrada é incrédula; el capitán, sin atender al efecto que su narración producía, continuó de este modo: No podéis figuraros nada semejante á aquella nocturna y fantástica visión que se dibujaba confusamente en la penumbra de la capilla como esas vírgenes pintadas en los vidrios de colores que habréis visto alguna vez destacarse á lo lejos, blancas y luminosas, sobre el obscuro fondo de las catedrales.

¡Bah! dijo Celestina incrédula; la señorita no me hará creer que nadie se llame Inocente sin tener buenas razones para ello. Y me dejó muy indignada por lo que ella llamaba mi obstinación en defender a aquel «inocenteTenía yo razón al exclamar: ¡Pobre Inocencio IV! 18 de octubre. Hoy he dado un buen paseo con el que no contaba.

Por más que tenía conocimiento de la virtud de la esposa de su amigo Pepe, y nunca se le había pasado por la imaginación ponerla á prueba, excitado su orgullo, principió por galantearla en broma y concluyó por requerirla de amores en serio. Paca opuso la misma suave indiferencia á uno que á otro: ni se mostró halagada ni ofendida. Su táctica consistió en hacerse incrédula y en rehusar oirle.

¿Cómo es eso? preguntó la abuela incrédula. Le conté lo que había pasado con Francisca a propósito de San Pablo y el presentimiento que yo tuve de lo que podría hacer la vieja cocinera. ¿Y qué ha dicho el señor cura? pregunté. Estaba tan divertido por esta petición poco común, que no pensaba en decir su opinión. Mira la carta que me ha dado para Celestina. Léela; no está cerrada.

Ordené a Juan que marchara, y el cura y yo seguimos detrás a pie, por un buen trecho, con el objeto de estar juntos un poco más. Os escribiré todos los días, señor cura. No te pido tanto, hijita mía: Escríbeme solamente una vez por mes; pero con toda intimidad. Os escribiré todo, completamente todo, hasta mis ideas sobre el amor. Veremos replicó el cura con sonrisa incrédula.

Luego sonrió con incredulidad. quieres engañarme. Piensas que esta mentira podrá contribuir a curar mi anemia. ¡Todo lo contrario! Si tu matrimonio de pacotilla fuera cierto, eso no haría sino empeorarme. Precisamente te llamé para impedir que te comprometieras con Muñoz. Fue inútil que Adriana insistiera en convencerla. Laura, cada vez más incrédula, seguía burlándose.

Tan de firme creía en la santidad de D. Luis y en su misticismo. ¡Me quiere! dijo otra vez Pepita, contestando a aquella incrédula mirada. ¡Las mujeres son peores que pateta! dijo el vicario . Echáis la zancadilla al mismísimo mengue. ¿No se lo decía yo a Vd.? ¡Yo soy muy mala! ¡Sea todo por Dios! Vamos, sosiégate. La misericordia de Dios es infinita. Cuéntame lo que ha pasado.

Palabra del Dia

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