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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Amparo no estaba inmóvil como la noche anterior; tenía un cofrecito sobre la mesa y sacaba de él papeles escritos, que leía y ordenaba. Amparo con la cabeza inclinada sobre el pecho, lloraba leyendo aquellos papeles. Lloraba de una manera desconsoladora, comprimiendo sus sollozos.

Se trata sencillamente de un capricho de artista.... Tengo ya dos cuadros arrinconados por falta de ese parecido exacto, porque yo no podría nunca ver á mi desposada de otro modo que con la cara de la encantadora virgen del bordado ... Y sería lástima no terminar el bonito esbozo que la representa inclinada sobre el terraplén. ¿Qué mal habría en que tratase de verla?... ¡Bah! ¡Allá voy!

En un momento de silencio, D. Juan Casanova, que tenía la cabeza inclinada hacia un lado, sin duda por el excesivo peso del cerebro, la descargó algún tanto, diciendo con su acostumbrada solemnidad: Eloisa, hoy he hallado a su hermano Álvaro en el paseo de la Atalaya. Llevaba un pantalón de cuadros. D.ª Eloisa suspiró, como siempre que se tocaba el punto de su hermano.

Cada redada nos traía una nueva sorpresa: después otra vez se echaban al mar los aparejos y la barca derivaba mantenida sólo por el timón y ligeramente inclinada del lado de las redes.

Llegó a la roca más alta, la más saliente e inclinada hacia el abismo, y agarrado a la punta, rasgándose el pecho contra las asperezas de la peña, tendió los ojos fuera de las órbitas por aquella extensión inmensa, buscando una señal, un punto negro, un ligero estremecimiento en la superficie del agua... ¡Nada!... ¡Nada más que aquellas olas tan azules y tan bellas a pesar de catástrofe tan horrenda, aquel cielo tan puro y tan radiante a pesar de horror tan profundo!

La nave, que estaba muy inclinada por estribor, se enderezó un tanto; pero en seguida volvió a acostarse. Oyóse en esto un ruido sordo en la estiba. ¿Qué es eso? preguntó el Capitán, admirado e inquieto . ¿Habéis oído? dijo Cornelio, poniendo atención . He oído un ruido extraño. ¿Habrá alguien en la estiba? ¿Tal vez algunos salvajes escondidos? No es posible.

Inclinada la rubia pedigüeña sobre la especie de ruleta que coronaba la caja de hojalata, impulsaba con su dedito la aguja, chillando de regocijo cuando se detenía en un número, ya ganase, ya perdiese.

Al acercarse el día, comenzaban a subir del valle masas de bruma; las hogueras chisporroteaban por efecto de la humedad, y por doquiera se veían hombres que dormían; unos, tendidos boca arriba, con las manos cruzadas detrás del sombrero, con la cara roja y las piernas dobladas; otros, con la mejilla apoyada en el brazo y el lomo vuelto hacia el fuego; la mayoría, sentados, con la cabeza inclinada y el fusil a la espalda.

Y cada una de sus llamas lo incita al odio, cada chispa hace estremecer su alma con las torturas de los celos, cada rayo le atraviesa el corazón con un sentimiento de terror y de remordimiento... Gertrudis se ha echado de bruces en el suelo, y llora, llora amargamente... Con la frente inclinada y las manos juntas, él contempla fijamente el cuerpo encantador que yace delante de él, sumido en la desesperación.

¡Ay! no la besó, pero la oprimió con melancolía; pensaba en una mano más bella, que había soñado poseer. Y partió para no volver. A pesar del frío, que ni sentía, me senté llorando junto al puente y contemplaba inclinada hacia el arroyo, caer mis lágrimas sobre el hielo. ¡Decir que se iba a saltar la tapa de los sesos! Para eso es necesario que la quiera prodigiosamente.

Palabra del Dia

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