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Actualizado: 2 de julio de 2025


Con el sombrero sostenido por ambas manos y la cabeza inclinada, precedían humildemente á sus imágenes. Confundidos entre ellos pasaban sus chicuelos envueltos en ponchos rayados de rojo y negro, y sus mujeres, gordas y lustrosas mestizas, que parecían vestidas de máscaras á causa de sus faldas de colores chillones, verde, rosa ó escarlata.

Era un joven de buena presencia y vestido con esmero. Iba a proseguir su paseo cuando notó a la joven sentada bajo la glorieta, inmóvil y con la cabeza inclinada. Se le escapó un grito ahogado. Se deslizó a lo largo de la cerca y se aproximó sin ruido. A cinco o seis pasos de ella se puso un dedo sobre los labios y balbuceó: ¡Elena, querida Elena!

La veía sentada al sol en el balcón, inclinada sobre su costura; la veía gozar del descanso de mediodía bajo los frondosos tilos del jardín; la veía, mientras la voz de su marido retumbaba en el patio y junto a ella la cafetera cantaba su dulce canción; la veía, esperando que él entrase, seguir con mirada soñadora los copos de nieve que revoloteaban en el aire.

Mataste á Lea para apoderarte de la papeleta. El robo y el asesinato aparecían lógicos y era todo lo que hacía falta para la garantía de la sociedad y el triunfo de la justicia... Jacobo, con la frente inclinada, no escuchaba ya; soñaba. Tragomer le había convencido y los resortes secretos del asunto se le aparecían ya claramente.

Interpretando la conducta de Ester como una apelación de esta naturaleza, la sociedad se hallaba inclinada á tratar á su antigua víctima con mayor benignidad de la que ella misma deseaba ó tal vez merecía. Los gobernantes de aquella comunidad tardaron más tiempo que el pueblo en reconocer la influencia de las buenas cualidades de Ester.

Además, veía a su amiga demasiado inclinada a las especulaciones místicas, temía que cayera en el éxtasis, que tenía siempre complicaciones nerviosas, y era preciso evitar que pudiesen culparle a él de otra enfermedad probable, si Ana seguía aquel camino peligroso.

El sosiego melancólico con que el mar se despedía de la luz causó en Marta impresión profunda. Con la cabeza inclinada sobre el agua y los ojos extáticos contemplaba los más leves matices que la luz iba despertando en ella y atendía a todos los rumores que sonaban en lo profundo. El sol se sumergió enteramente. El océano dejó escapar un sollozo inmenso, colosal.

Ve, ve... hija mía... acabo de salvarte de un peligro... yo te salvaré de todos; adiós. Y partió hacia el alcázar. La Dorotea, atónita, asombrada, sin comprender lo que la sucedía, le vió desaparecer, se envolvió en el manto, y á paso lento, con la cabeza inclinada, pisando lodo, se encaminó á la calle Ancha de San Bernardo. El tío Manolillo corría como alma que lleva el diablo.

Más claro, veo en ese refinamiento un coquetismo, una ridiculez, y creo que la ridiculez y la coquetería no son un homenaje tributado al público, ni á la actriz, ni á la mujer. El tenor se retiró haciendo cortesías exageradas, y ella quedó en la escena inclinada hácia el público, como la red que baja al fondo para rastrear algo. La actriz no se engañaba; el público aplaudió.

Cuando me encontraba lejos de mi patria y mi imaginación veía la imagen de esta tierra, más poética sin duda cuanto más distante de ella me hallaba, compuse en honor de aquella casita los siguientes versos: Hay en mi tierra una árida montaña. Que no produce flores ni frutos, y aparece inclinada, sin duda por el dolor que le causa su estéril situación.

Palabra del Dia

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