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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Elena le miraba ahora con interés, y no ocultó su despecho al ver que desaparecía, saludándola fríamente, como si nada le importase alejarse de ella. El aquel momento Canterac estaba retenido por su conversación con el marqués, Moreno hablaba con Robledo, y á Pirovani le pareció oportuno no dejar que transcurriese más tiempo sin exponer á Elena lo que pensaba.
Fernando murmuró algunas excusas... Era un asunto que merecía ser pensado. Tal vez se decidiese al día siguiente. Pero ella, adivinando la falsedad de sus palabras, no quiso oírle. «¡Adiós!» Le empujó para ganar la puerta, cerrándola tras ella ruidosamente, como si ya no le importase guardar recato alguno. «¡Adiós!», contestó Ojeda al quedar solo.
La razón de ella era que Calderón no perdonaba a su esposa la apatía, la pereza, juzgando estos vicios como verdaderas calamidades, considerándose muchas veces desgraciado por haberse unido a una mujer tan holgazana. No es que el trabajo de ella importase poco ni mucho en su casa; pero su temperamento de trabajador infatigable se revelaba en presencia de otro tan diametralmente contrario.
Creerla no quería doña Guiomar, cuando la oyó decir que a Cervantes había encontrado en un tan no decente lugar como el bodegón de la tía Zarandaja, y en compañía de una hermosísima joven en hábito de miseria y de enfermedad; pero como Florela lo afirmase y la dijese que ella misma por sus propios ojos podría convencerse si la siguiese, perdida toda prudencia y todo miramiento la hermosa indiana, arrebatada por la locura de sus celos, que no lo serían si hasta la locura no llegasen, amontonose, y a salga lo que saliere, y sin importársele nada de otra cosa que no fuese su amor, que en tan dolorosos cuidados y tan mortales ansias la ponía, hizo que sin dilación Florela la prendiese un manto, y en el momento con ella saliose por el jardín y el postigo, y se fue a dar con toda su nobleza, toda su altivez, toda su riqueza y toda su hermosura, en el bodegón de la tía Zarandaja, en donde se entró de rondón y como si hubiese ido a buscar allí lo que más que la vida y la honra la importase.
En cuanto la columbraba a lo lejos se echaba a la calle para seguirla hasta donde pudiese. A la dama le molestaba esta persecución fuertemente, por ser la hora en que iba a casa de su amante. No que le importase mucho que se divulgasen sus nuevos amores, sino por un resto de pudor que conservaba.
Pero sin que le importase mucho reconocerlos o no, Fray Blas de Villabermeja se dejó querer y agasajar y dio gracias al cielo que de su abominable destierro le libertaba. Después de tan raro encuentro, la historia de la navegación de la nueva Argo nada notable ofrece ni refiere durante más de cuarenta días. Sólo se sabe que Morsamor fue tan venturoso, que navegó con velocidad increíble.
Poco después bufaba lleno de furia porque le venían malas cartas. A pesar de su opulencia jugaba siempre con el mismo afán que si le importase mucho la perdida o la ganancia de unos cuantos duros. Si la suerte le era adversa se ponía de un humor endiablado, murmuraba y hasta llegaba a decir frases inconvenientes a los compañeros.
Arrodillose sobre la tarima contigua al confesonario, oró breves instantes y acercó al fin su rostro demacrado a la ventanilla enrejada. El P. Gil estaba inquieto, muy poco satisfecho de aquella preferencia. No que el confesar a una joven mas o menos agraciada le importase nada. Era el suyo un temperamento puro, sosegado. La lucha con la carne no le había costado nunca grandes fatigas.
Palabra del Dia
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