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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Laméntase en el prólogo de la profunda decadencia del teatro de su tiempo, y dice, hablando de sus propios esfuerzos, que si bien se calificaría de temeridad su afirmación de haber sabido imitar al famoso Calderón, modelo y gran maestro del arte dramático, debe, sin embargo, confesar que ha puesto todo su empeño en conseguirlo.
Y porque la barba te estorbase, ¿había razón para poner la cara como la de un chulo o un chispero?... ¿No sabes que eres hijo de una familia respetable, y que debes imitar a las personas decentes, lo mismo interior que exteriormente?... A ver si te quitas inmediatamente esos adornos... ¡No quiero chulos o picadores en mi casa!... Tiempo hace que me estás disgustando con tus groseras inclinaciones... Ya sé que tienes por amigos a unos cuantos toreros o granujas de la calle, olvidando lo que debes a tu familia y lo que debes a ti mismo... que no tienes otros placeres, que ver encerrar y apartar los toros... Me hiere profundamente tener un hijo tan insensato... ¿De dónde has sacado esas aficiones?... ¿No ves a tus hermanos, de quien nadie tuvo que decir jamás una palabra?...
Te has permitido un lujo que nadie en el mundo podrá imitar. Si fuese más joven, te daría otro latigazo como el del Bosque; pero á falta de él, hazte cuenta que te repito lo que dije entonces. No se vieron más. Cuando el príncipe hubo puesto en orden todo lo concerniente á la herencia de su madre, pensó en reanudar sus viajes, pero con mayor suntuosidad.
El modelo, que se propone imitar casi siempre Montalbán, es indudablemente Lope de Vega. ¡Ojalá lo hubiese hecho siempre con formalidad y aplicación! ¡Ojalá que, conociendo plenamente las bellezas de su maestro, hubiera intentado apropiárselas! ¡Ojalá, por último, que hubiese trabajado con celo constante y prolijo esmero en perfeccionar sus facultades personales, y en imprimir en sus obras, con la atención y el empeño más sostenido, esa morbidez y plenitud artística que Lope de Vega imprimía en las suyas sin pensarlo siquiera!
Útil o bello y elevado además, es cuanto allí queda. Sin imitar a nadie pueden escribirse obras nuevas y buenas; pero también, imitando lo antiguo, se puede escribir bien, y ser nuevo, hasta sin pretenderlo y contra la voluntad y el propósito de quien escribe.
A veces el hombre, á pesar de su debilidad, ha querido imitar á la montaña, con el único fin de aplastar al prójimo. Especialmente en los desfiladeros, en los sitios en que al estrecho alfoz dominan tajos escarpados, era donde se reunían los montañeses para hacer rodar los peñascos sobre las cabezas de sus enemigos.
¡Eh, arriba, cabayero! ¡Señorito, a la plaza! Un poco más tarde llegan por las bocacalles y pasan rápidamente, tirados por hermosos brutos, los carruajes de los ricos y sus parásitos, mostrando la gente adinerada afán de imitar al pueblo en la manera de vestir.
En las grandes líneas menos mal; pero cuando había que representar sombras, por medio de rayados más o menos finos, el artista empleaba series de pelos cortados del tamaño necesario, los cuales iba pegando cuidadosamente con goma laca, en caliente, hasta imitar el rayado del buril en la plancha de acero o en el boj.
Jamás consintió, por ejemplo, en hacer a su hermano blusas para trabajar en la imprenta, ni bajó nunca a la tienda de la esquina próxima con pañuelo a la cabeza; a Pepe quería verle lo mejor vestido que fuera posible; y en sus trajes propios, aun luchando con la falta de dinero para adornos y perifollos, procuraba siempre imitar cortes elegantes.
Lo primero que se le ocurrió a Cracasch, un día que se le figuró que ya tenía confianza con la familia de Arizmendi, fué, a los postres, imitar el ruido del tren; luego intentó cantar una canción que en la taberna tenía mucho éxito. En esta canción se hace como si se tocara la flauta y el bombo, y como si se comiera en una cazuela, y luego medio se desnuda uno mientras canta.
Palabra del Dia
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