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En París me molestaban de cerca mis acreedores; por eso me vine á Monte-Carlo, y jugué para distraerme y para vivir. «Hay el amor», me decía un viejo académico amigo mío, con intenciones egoístas, para ser el primero en aprovecharse del consejo. ¡Imagínate : el amor-pasión, el amor generoso, como único remedio de las tristezas de la vida, y á estas horas! ¡Ojalá pudiera ser!... Pero me siento vieja; yo tengo dos mil años... eres más joven, pero cuentas siglos también. ¡El amor á nosotros!...

Estoy en el valle de Buelna, á orillas del Besaya, en la jurisdicción de Los Corrales, en el corazón de las montañas de Santander. Imagínate cien casas desparramadas sin concierto á lo largo del valle; es decir, imagínate entre casa y casa todo un prado, y á las veces dos ó tres huertas con árboles frutales.

Escríbeme; mira que estoy dispuesta a ir hasta el rancho de los Cedros a encontrar al mozo, para que me las cartas y los encargos. ¡Imagínate qué pena tendré si no me escribes! Ya es muy tarde: acaban de dar en el reloj de la sala las doce de la noche, y no puedo seguir escribiendo.

No, ¿por qué se te ocurre eso? Si dices que viene ahora todos los días... Pero Laura no es la única que puede inspirar amor... Imagínate: ¡ahora me festeja a ! ¡Te festeja a ti! ; Laura ya no le interesa... ¿Pero por qué te pones triste? ¡Oh, no, no! Y Adriana le tomó las manos, procurando también reír.

GEMBLIN. Supongo que las aprovecharás todas... LATRIPE. ¡Jamás...! No volverá a verme. He avisado a César. ¡Figúrate cómo lo van a recibir...! ¡Ya ves! Se trata de un individuo que no sale de la cervecería, calvo prematuro y bastante puerco... ¡Imagínate la escena...!

«Imagínate un hombre que hubiera vivido muchos años en la obscuridad de un calabozo, y que de pronto, cuando tenía perdida toda esperanza de libertad, le sacaran a la luz. ¡Cómo amaría la claridad del cielo, los celajes veladores, los horizontes límpidos y serenos! Pues así te amo yo, así, ni más ni menos.

Imagínate que en la extremidad del jardín inglés sobre el cual da su salón y su tocador, hay una cascada, a decir verdad, poco ruidosa, pero cuyo sordo murmullo resulta un poco molesto. En los bordes del pequeño estanque que forma la cascada al caer, han sido plantados unos cuantos sauces llorones, árbol que odia la señorita de Valency.

¡Ah! dije aparentando interés. Simona de Erinois dijo el otro día una frase que no tiene precio. Figúrate que se atrevió a decir a la de Brenay: «Eres amable porque quieres a papá...» Imagínate el cuadro... ¡Ah!... Lo que me parece que va bien es el matrimonio de Paulina. Según lo que cuenta la de Aimont, el joven que tiene tan bonita fortuna en Martimprey exige 20.000 pesos de dote.

Muñoz no podría quererme, porque mi modo de sentir y de ver las cosas es muy distinto al suyo. Y él es dominante: un día se le puso que yo debía pensar como él, imagínate. Yo lo haría, sabes que no tengo vanidad. ¿Pero quieres decirme cómo se hace para pensar en contra de lo que se cree la verdad?

Imagínate mientras tanto, continuó Julio sin atender la interrupción de Muñoz, a una de esas muchachas que guardan oculto el secreto de su alma. La vida le da un esposo al azar; su misma pasividad ha contribuido para que ella lo acepte sin llamar a juicio sus dulces imaginaciones; es un hombre a quien cobra luego el afecto natural que le inspiran los otros miembros de su familia.