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Actualizado: 29 de junio de 2025


Díles á entender la hermosura de la gracía, y la fealdad del pecado, la eternidad consabida en uno y otro extremo de pena y gloria, con la duracion del alma, y otros puntos que juzgué por convenientes, los que oyeron con gusto: y tratándoles de reduccion, un ladino, llamado Lorenzo, me respondió lo mismo que ya me habia informado Ignacio, su compañero; por lo que conocí de cierto en estos deseo de reducirse.

Mientras que esta operación se efectúa, llama a un niño que acierta a pasar cerca de su coche, le pregunta su nombre, y al oír el apellido Rosa, le dice: «Su padre, don Ignacio de la Rosa, fué un grande hombre; ofrezca a su madre de usted mis servicios

Oidor D. Manuel de Reyes, añadiendo que se les oiga á los vecinos citados y no concurridos. Por el Sr. D. Pablo Villarino, se dijo: Que se conformaba en todas sus partes con el anterior voto del Sr. D. Francisco Belaustegui. Por el Sr. D. Juan Ignacio Escurra, se dijo: Que se conformaba con el voto del Sr. D. Manuel de Reyes, y adicion hecha á este por el Sr. D. Diego de la Vega. Por el Sr.

Bajo de este supuesto podía determinase que los pueblos de San Ignacio Guazú, Nuestra Señora de Fe, Trinidad, San Ignacio Miní y Loreto, en el obispado del Paraguay; San José, San Carlos, los Mártires, Santa María la Mayor y San Lorenzo, en los de Buenos Aires, tuviesen un solo religioso de cura, porque el corto número de indios de estos pueblos, y la inmediación que tienen con otros, les proporciona comodidad para ello.

Para nosotros, Germana no es otra cosa: la perfecta imagen de las santas del Paraíso. Cuando San Ignacio y sus gloriosos compañeros se alistaron bajo el estandarte de María, dieron a todos los hombres el ejemplo caballeresco del amor puro. »Cuando esté curada, ¡ah! entonces ya veremos. Espere usted solamente a que la pobre virgencita pálida haya recobrado los colores de la juventud.

¡Para verla! pues claro está.... Verá usted el cuarto del señorito Ignacio, con sus libros y sus juguetes de chiquillo, que todo lo conserva el ama Engracia.... Bien, Sardiola respondió Lucía como pidiendo tregua . Un día que me coja de humor.... Hoy no estoy para ello. Ya te avisaré. Andaba Lucía, en efecto, harto cavilosa, por una circunstancia que a nadie importaba sino a ella.

Procurando explicarse y calmar a su amigo, intervino Ignacio: ¡Vamos!... Quiero decir que en casa creían que eras un personaje imaginario, una pura invención, una mentira, un fantasma... ¡Yo un personaje imaginario... una pura invención... una mentira... un fantasma!... ¿Están locos en tu casa?... ¿Y por quién me tomaban?...

Continuó Reseguin las marchas, forzándolas cuanto le permitia su debilidad, y la de los muchos enfermos que tenia; esforzábase en superar las dificultades que le sobrevenian con este motivo, porque eran repetidas las instancias que en todas ocasiones le hacia D. Ignacio Flores, para que se acercase á la Plata.

Esta mañana ya recibió Coca una felicitación repuso imperturbablemente Laura. Ahora debe ser un anónimo. Tomó Adolfo la carta, alegrose al reconocer la letra del sobre, y, rasgándolo con rápida mano, exclamó: ¡Es una carta de Ignacio! Tiempo era de que escribiese dijo Laura. Veinte o más días hace que no nos daba noticias suyas.

Veía Azpeitia por primera vez, aquel hermoso rincón del territorio vasco, que sólo de lejos rozaba la vía férrea, y en el cual parecían haberse refugiado el espíritu y las tradiciones de la raza. Aquella tierra era la de San Ignacio. A pocos minutos, en el centro del valle, estaba Loyola con su convento inmenso, cuya fealdad de caserón-palacio tentaba la curiosidad del doctor.

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