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Actualizado: 11 de mayo de 2025


Santiago del Estero bajo la dominación de Ibarra. López de Santa Fe extendía su influencia sobre Entre Ríos por medio de Echagüe, santafecino y criatura suya, y sobre Córdoba por los Reinafé.

En carta que escribía al general La Madrid en 1832, le decía: «Cuando fuí invitado por los muy nulos y bajos Bustos e Ibarra, no considerándoles capaces de hacer oposición con provecho al déspota presidente don Bernardino Rivadavia, los desprecié; pero habiéndome asegurado el edecán del finado Bustos, coronel don Manuel del Castillo, que usted estaba de acuerdo en este negocio y era el más interesado en él, no trepidé un momento en decidirme a arrostrar todo compromiso, contando únicamente con su espada para esperar un desenlace feliz... ¡Cuál fué mi chasco...!»

La vieja se irritó en su interior contra las mujeres infames, como hay muchas en Madrid, que se apoderan de los chicos y les beben la sangre, al igual de las antiguas brujas. La joven pensó vagamente en salvarle la vida a fuerza de amor y cuidados. El primero de ustedes, señores dijo nuevamente el doctor Ibarra, despidiendo al caballero, que salió grave y erguido como un senador romano.

, señor, muchas veces; pero como se trataba de una enfermedad crónica, me iba arreglando con los antiguos remedios: el bicarbonato, la magnesia, la cuasia... Bien; deme usted la mano. El doctor Ibarra estuvo largo rato examinando el pulso del joven. Después, observó con atención sus ojos, bajando para ello el párpado. Quedose algunos momentos pensativo. Desearía reconocerle el pecho.

Miren ustedes allá, dijo en voz apenas perceptible despues de asegurarse de que no había personas estrañas; segun el cabo que organizó la persecucion, Ibarra, al verse cercado, se arrojó de la banka allí cerca del Kinabutásan y, nadando y nadando entre dos aguas, atravesó toda esa distancia de más de dos millas, saludado por las balas cada vez que sacaba la cabeza para respirar.

Esta Señorita, díxo, me debe favorecer con su mano, y suplicamos ámbos á Vueselencia que se digne ser padrino de los novios. Oyendo esto Don Fernando de Ibarra, Figueroa, Mascareñas, Lampurdan y Souza, se alzó con la izquierda mano los bigotes, se rió con ademan burlon, y mandó al capitan Candido que fuera á pasar revista á su compañía.

El muerto sería entonces el Ibarra que vendría para morir sobre la tumba de su antepasado, y su deseo de ser quemado se explica muy bien por su estancia en Europa donde se estila la cremacion. ¿Entonces quién era el otro, el vivo, este joyero Simoun, entonces de apariencia miserable y que ahora volvía cubierto de oro y amigo de las autoridades?

El P. Salví no contestó; hizo ademan de hablar y sin apercibirse de lo que hacía, se pasó por la frente la servilleta. ¿Qué le pasa á V. R.? ¡Es su misma escritura! contestó en voz baja, apenas inteligible; ¡es la misma escritura de Ibarra! Y recostándose contra el respaldo de su silla, dejó caer los brazos como si le faltasen las fuerzas.

La fundición de artillería de bronce estaba en mantillas al empezar el reinado de doña Isabel; era de hierro forjado la que se empleaba para la defensa y ataque de las plazas, así como para el armamento de las naves, sobresaliendo en la fábrica los ferreros de Vizcaya, y un curioso documento del Archivo de Simancas relativo á la comisión que se dió á Pedro Ruiz de Ibarra y á Juan Pérez de Tolosa, repostero de cámara de sus Altezas, ambos vascongados, para comprar en aquel país las piezas que hicieran falta al organizar la expedición de Mazalquivir en 1505 explica las dimensiones, calibre y costo de las que se destinaban á los buques.

Pensadores como López, como Ibarra, como Facundo, ¿eran los que con sus estudios históricos, sociales, geográficos, filosóficos, legales, iban a resolver el problema de la conveniente organización de un Estado? ¡Eh!... Dejemos esas torpezas a don Juan Manuel Rosas, que sabe que, clavando a los hombres un trapo colorado en el pecho, las cuestiones están resueltas.

Palabra del Dia

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