United States or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


Se celebró la boda fríamente y sin viaje de novios, y comenzaron las catástrofes. La marquesa, como si sólo aguardara a tener por yerno, a don Mauricio Ibáñez, se murió a los pocos días de ser su suegra. Entonces cayó el banquero sobre el caudal hereditario con ansias de buitre en ayunas, y vio y palpó que sólo quedaban ruinas de lo que él había soñado filón inagotable de onzas acuñadas.

El primero que llegaba siempre a aquel lugar de preferencia, era el señor don Mauricio Ibáñez, hombre de cierta edad, de mucho pelo castaño y sin canas, anchas patillas y poca frente, mucha ceja, labios gruesos, largos dientes y muy blancos, nariz cuadrada y ojos de asombro continuo, buen color, poca estatura, elevado pecho, brazos largos y manos enormes con dedos descomunales.

Población. Razas. La providencia del salvaje. Los carolinos. Gastos é ingresos. Milicias urbanas. El chamorro. Sus inclinaciones, su moral, sus trajes y costumbres. Ilustración. El Padre Ibáñez y D. Felipe de la Corte. Cuatro palabras por vía de epílogo.

Entendido. Hace tiempo que El Grito cree representar al pueblo filipino; ergo... como diría Fray Ibañez, si supiese latin. Pero Fray Ibañez se vuelve musulman cuando escribe, y sabemos como tratan los musulmanes á la instruccion. Testiga, como decía un real predicador, ¡la biblioteca de Alejandría!

Al celo infatigable del Padre Ibáñez y á la protección que siempre dispensó á la instrucción D. Felipe de la Corte, Gobernador que fué de aquellas islas, las cuales eternamente le recordarán con gratitud, se debe el que sin temor de equivocarnos digamos que hay un 90 por 100 de sus habitantes que están impuestos en los primeros elementos del saber.

Una parte de la historia de estas desavenencias se halla en la correspondencia oficial de los Comisarios de las dos Coronas, y otra en el diario que publicamos, valièndonos de una version distinta de la que emprendió y publicò Ibañez. La debemos á la amistad del Señor Dr. D. Leon Vanegas, que la conservaba inèdita entre sus papeles. Buenos-Aires, 2 de Setiembre de 1837.

¿A qué otros gastos te refieres? A los grandes desembolsos que le han costado a Vuecencia los negocios que ha emprendido en compañía de don Mauricio Ibáñez... ¡Bah!..., gajes del oficio, Simón: hay que estar a las duras y a las maduras. Cierto; pero a Vuecencia siempre le han tocado las duras. También a él... Pero ese es su oficio; aquí cae y allí se levanta: de eso vive; al paso que Vuecencia...

Luz sabía desde muy niña que su madre era viuda, y de quién lo era y desde cuándo; pero en lo que jamás había dado, dio en las primeras conversaciones que tuvo con su madre, recién llegadas las dos de Francia: en pedirla noticias y pormenores íntimos de «su padre». ¡Figúrese el lector en qué aprietos no se vería la aristocrática viuda de don Mauricio Ibáñez para salir limpia y sin manchar a nadie, de aquel nuevo lodazal en que la arrojaba de pronto el natural deseo de su hija!

Sin embargo de todo lo cual, mareaba a los ministros de Hacienda, y se pintaba solo para sacar buena raja de los más duros de veta; a lo que se debía que el marqués le distinguiera con singularísima estimación, y hasta le admirara; porque es de saberse que el tal marqués, desde que era diputado a Cortes, se había dedicado con afán ansioso a los negocios lucrativos que «le saltaran al paso», y en el señor de Ibáñez tenía un ojeador expertísimo, un consejero de gran competencia, y, en ocasiones, un socio desinteresado.

Una tarde en que paseaba con mi buen amigo el Padre Ibáñez, por delante de la línea de verdura que se extiende desde el colegio á la administración, observé que el Padre, siempre que pasábamos frente al Gobierno, miraba con detención el hueco del balcón que media el edificio.