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Actualizado: 2 de julio de 2025


El mundo, en su movimiento de traslación, corría demasiado aprisa para que ellos lograsen mantenerse eternamente en su superficie. Se agarraban a la corteza con sus garras de hueso, pugnando por mantenerse firmes durante muchos años, tal vez durante siglos, pero la velocidad de la carrera acababa por expelerlos a todos, dejando atrás una estela de huesos rotos, luego de polvo, y al fin nada.

Unas encogidas, otras en marcha y aquéllas... ¿recuerdas, Emilio, la ráfaga criolla que nos envolvió?... ¡jugando a la taba! ; encorvada, una deliciosa estatuíta sigue con avidez los giros del pequeño hueso, mientras su partner espera paciente el turno.

Escuchole sorprendido y risueño. En sus ojos verdosos chispeaba una alegría burlona observando con qué furor Tristán acometía toda la obra literaria de Rojas. En verdad que no le dejó hueso sano. Como si se hallase bajo el resquemor de un agravio personal se mostró tan excesivo en sus críticas, tan descompuesto y exasperado que producía un efecto cómico. Núñez soltó la carcajada.

BENITO. Basta; de ellos es, pues no vee nada. FURRIER. ¡Canalla! Si otra vez me dicen que soy de ellos no les dejaré hueso sano. BENITO. Nunca los confesos ni ladrones fueron valientes; y por eso no podemos dejar de decir: de ellos es, de ellos es. FURRIER. ¡Cuerpo de Dios con los villanos! Esperad.

Mi anciana madre acaba de morir; he querido estar hasta el último momento a su lado para cerrarle los ojos. ¡Ah! dijo Kernok. Después, volviéndose hacia su segundo: Arregla las cuentas a ese buen hijo. Y el segundo dijo dos palabras al oído de Zeli que se llevó a Lescoët a un rincón. Hijo mío le dijo agitando una cuerda larga y estrecha , tenemos un hueso que roer juntos.

La frutilla es como las aceitunas pequeñas, y tiene su hueso como aceituna. Los paraguayos comen esta fruta, aunque me pareció bien desabrida. Seria bueno que probasen si de ella se podia sacar aceite: y tambien si prendian en los tarumas los injertos de olivo. Establecimientos de Cuyabá y Mattogroso.

1 Y se fue Abimelec hijo de Jerobaal a Siquem, a los hermanos de su madre, y habló con ellos, y con toda la familia de la casa del padre de su madre, diciendo: 2 Yo os ruego que habléis a oídos de todos los señores de Siquem: ¿Qué tenéis por mejor, que os señoreen setenta hombres, todos los hijos de Jerobaal; o que os señoree un varón? Acordaos que yo soy hueso vuestro, y carne vuestra.

Eso quiero yo, Ana; saber... saberlo todo. Yo también padezco, yo también creí morirme, aquí mismo... sentado ahí... donde otras veces hablábamos del cielo... y de nosotros. Ana, yo soy de carne y hueso también; yo también necesito un alma hermana, pero fiel, no traidora.... , creí que moría.... ¿Por , por culpa mía, verdad? ¿Morir por ser yo traidora, si mentía, si me manchaba?...

¡Dios mío! murmuró echando una mirada en torno. Miró después a Tristán que parecía dormido, y no advirtió en su rostro señales de sangre; palpó sus brazos y sus piernas, pero no pudo cerciorarse si se había fracturado algún hueso; puso el oído a sus labios y notó que respiraba.

Una bala había llevado a Medio-hombre la punta de su pierna de palo, lo cual le hacía decir: «Si llego a traer la de carne y hueso...» Dos marinos muertos yacían a su lado; un tercero, gravemente herido, se esforzaba en seguir sirviendo la pieza. «Compadre le dijo Marcial , ya no puedes ni encender una colilla».

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