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Actualizado: 2 de julio de 2025
Severiana, que recordaba haber visto en su lugarejo uno por el estilo, le cuidaba y atendía cual si fuera de carne y hueso: su espíritu inculto, pero delicado, establecía una relación misteriosa entre aquel Jesús y su niña.
¡Siempre tus ideas!... ¡Qué extraña eres!... En fin, explica de una vez lo que quieres... ¿Lo que quiero?... no hago más que repetirlo, abuela. Desearía, sencillamente, elegir yo misma mi marido... si debo casarme. Quisiera que se me permitiese ver seres masculinos de carne y hueso y aprender a conocerlos de otro modo que de oídas.
Permítese al novelista y al poeta describir todas las fases de la ambición soberbia, de la vanidad ridícula, del odio aborrecible, del rencor infame; podemos desmenuzar en prosa y verso todos los malos sentimientos: ¿y no hemos de poder pintar la deliciosa y natural aproximación de los sexos que instintivamente aspiran a juntarse hasta ser, como el Señor dispuso que fueran, carne de una carne, hueso de un hueso, dos en uno? ¡Es triste cosa!
Todo se vuelve apetecer y rabiar... Hay aquí dentro un fuego que no le deja a uno sosiego... Pero cuando vienen los años y cesa el calor amante y se queda uno fresco como una lechuga, entonces, ¡en grande, mi queridín!... Mira, si me dijesen ahora: «Feliciano, ¿quieres volverte a los veinte años?» ¡Ca! a otro perro con ese hueso. La gran edad del hombre, los cincuenta años. No lo dudes, Gonzalín.
Lo vi por primera vez maniobrando sobre un paciente que seguramente quedaría sin hueso sano. En los distintos sistemas curativos que los mediquillos filipinos emplean, figura el de la soba, ostentando los que la practican el poco tranquilizador título de sobanderos.
Cuando vi el retrato me gustó tanto la niña, que por la calle le iba dando besos, y por la noche la acosté conmigo en mi cama. Estoy prendado de ella; mejor dicho, lo estuve estos días atrás, porque ya, habiendo discurrido sobre la necedad de prendarme de un retrato, me río de mí mismo y digo: «¡Si de carne y hueso encontraré tantas, a qué volverme loco por una pintura!» Pues no, Sr.
Sólo temía a los hombres de carne y hueso, a los ladrones, que en otros tiempos más de una vez habían entrado en la catedral, obligando al cabildo a establecer la vigilancia nocturna.
Hizo Roger la señal de la cruz y tentado estuvo de echar á correr; pero en aquel momento lo descubrieron los músicos, que inmediatamente se le acercaron dando saltos sobre sus cabezas, como si fueran éstas de pedernal y no de carne y hueso.
Y Aresti, después de relatar la obra de Mæterlinck, miraba silencioso á su primo, que parecía no comprenderle. En tu casa ocurre lo mismo dijo tras larga pausa. Crees que ese enemigo no ha entrado, porque no le ves de carne y hueso sentarse á tu mesa y ocupar un sillón en la hora de las visitas. Pues hace tiempo que llegó hasta tu misma alcoba. Tú te lamentabas de ello hace poco.
10 Y Absalón, a quien habíamos ungido sobre nosotros, es muerto en la batalla. ¿Por qué pues os estáis ahora quedos en orden a hacer volver al rey? 12 Vosotros sois mis hermanos; mis huesos y mi carne sois; ¿por qué pues seréis vosotros los postreros en volver al rey? 13 Asimismo diréis a Amasa: ¿No eres tú también hueso mío y carne mía?
Palabra del Dia
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