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Actualizado: 2 de junio de 2025


Las largas pipas hicieron un movimiento simultáneo, como el de las arterias de insectos asustados. Todos los presentes, sin exceptuar al escéptico herrador, tuvieron la impresión de que veían a un aparecido y no a Silas Marner en carne y hueso. En efecto, la puerta por que había entrado Silas estaba oculta por los bancos de alto respaldar, y nadie había advertido su llegada.

Hoy encontraste ya un hueso que roer. Carmelo, un perro viejo y feo que dormita a los pies del leproso, se endereza y sacude. Don Juan Manuel sale al camino, y la hueste de mendigos se mueve tras él con un clamor de planto.

¡Te casarás pronto! ¿Cómo es eso? tienes aún la leche en los labios y hablas de casarte. Las jóvenes del día tienen furia por casarse. ¿Que mi prima no es de mis mismas ideas? respondió mi tío, algo ceñudo. Tanto mejor dije restregándome las manos. Y mi prima ¿es alta? Alta y linda respondió complacido el señor de Pavol, una diosa en carne y hueso y la alegría de mis ojos.

La que entonces le pareció más que nunca creada por el Señor con hueso de su hueso y carne de su carne, la prometida por el deseo y la Naturaleza para ser satisfacción de sus amores, la mujer que era emblema de su ideal y su felicidad, estaba en brazos de otro.

El joven apresuró el paso sin contestarle, porque en el convento había aprendido á desconfiar de esos frailes vagabundos; sin contar con que del morral que el pordiosero llevaba á la espalda vió salir el hueso no muy mondo de una pierna de cordero que para la hubiera querido el buen Roger.

El que no esperaba nada, el que estaba desengañado, triste hasta la muerte, era don Saturnino Bermúdez. «¡Así eran las mujeres! ¡así era singularmente aquella mujer! ¿Para qué amarlas? ¿Para qué perseguir el ideal del amor? O, mejor dicho, ¿para qué amar a las mujeres vivas, de carne y hueso?

Porque nosotros, aunque tocamos los presentes y hemos leído las cartas, no lo creemos, y pensamos que ésta es una de las cosas de don Quijote, nuestro compatrioto, que todas piensa que son hechas por encantamento; y así, estoy por decir que quiero tocar y palpar a vuestra merced, por ver si es embajador fantástico o hombre de carne y hueso.

Felizmente me he acostumbrado a no ser hombre de melindres. El caldo del cocido con su buen hueso y tuétano vale más que nada. Rosalía, por no contrariarle, a todo decía amén.

Estaban en una sala de paredes enjalbegadas de un blanco de hueso, con zócalo de ladrillos blancos también. La pieza aparecía dividida por un muro hasta el límite del zócalo, con grandes espacios abiertos entre las pilastras que sostenían el techo. Isidro vio muchas camas de hierro con cubiertas de percal floreado, y junto a ellas mesillas con redomas y escupideras.

Cuando supo quién era yo, por boca de Neluco, estrechó con efusión mi mano entre las suyas, que me parecieron, por lo fuertes y aun por la aspereza de sus palmas, mejor que de carne y hueso, del roble secular de aquellos erguidos montes.

Palabra del Dia

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