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Actualizado: 7 de junio de 2025
Al oír Morsamor las palabras de Urbási, retrajo a su memoria la imagen de Beatricica y pensó tenerla allí presente y que ella le encadenaba entre sus brazos y le besaba y le acariciaba. Como si hiriesen otra vez sus oídos, percibió las palabras de la vieja gitana que le dijo en Sevilla la buenaventura. Los cabellos de Morsamor se erizaron de espanto.
Lázaro estaba recogido y leyendo cuando llegó hasta sus oídos el alegre bullicio de la fiesta. Cerró entonces el libro, abrió el balcón, y el airecillo fresco de la noche le trajo claras y distintas las apasionadas frases de la música, como si el mundo, con aquella voz de sirena, quisiera arrancarle de la soledad. Bajó al jardín, se acercó a una reja, y oculto entre unos arbustos cuyas ramas se entrelazaban trepando por los gruesos barrotes de hierro, tendió la vista hacia el salón. Su mirada lo abarcó todo. Pasado un instante, la sorpresa se convirtió en asombro; sus ojos, deslumbrados por la claridad, fueron descubriendo los grupos, aislando las figuras, fijándose en los rostros, viendo surgir de entre un confuso mar de luces y colores las formas y el aspecto de las cosas. Los corrillos tan pronto formados como disueltos; la extraña amalgama que producían en el cuadro los trajes negros de los hombres destacándose sobre los vestidos claros de las mujeres; el continuo pasar de sombras que se cruzaban ante la reja, cortándole la vista; la variedad infinita de actitudes; el estado de los ánimos reflejado en las caras, atestiguando en uno de la indiferencia, en otro de los celos, mostrando acá la frialdad del apático, allá la impaciencia del nervioso, todo aquel conjunto de riquezas para él desconocidas, de lujos ignorados, le produjeron una impresión extraña, fuerte porque era nueva, y poderosa porque era continuada. La vista de aquel incesante movimiento, la luz arrancando destellos en pedrerías y collares, las damas, unas de semblante fresco como flores de campo, ajadas otras por los afeites o los años, engalanadas con sedas de todos los matices, desnudas las espaldas y los pechos a propio intento revelados en lo poco que el raso les cubría, el aire bochornoso y viciado que por la reja se escapaba, acabaron de marear al cura, sin que por eso dejara de mirar con ansia, creyendo a cada instante descubrir novedades que hiriesen su imaginación y calmasen sus agitados nervios. Hubo un momento en que la música apagó todos los otros ruidos; el ritmo sonoro y melódico de sus notas parecía arrastrarse como aurora de primavera en plantío de rosas; los giros lánguidos de acordes amortiguados y dulcísimos se trocaban de pronto en explosión de sonidos alegremente locos, y las armonías se esparcían como suspiros que volaban a refugiarse entre los pliegues de las amplias colgaduras, produciendo combinaciones raras, que se perdían, unas envueltas entre los giros de otras, como crujir de sedas y estallar de besos comprimidos. Las parejas iban deslizándose rápidamente ante la reja en confuso desorden, desapareciendo y tornando a pasar cual figuras de una linterna mágica, hasta que, callando de repente la orquesta y suspendiéndose aquel vertiginoso movimiento, Lázaro vio acercarse, impelidos todavía por la última vuelta del vals, una mujer y un hombre: Félix y Josefina.
1 Entonces Pablo, poniendo los ojos en el concilio, dice: Varones hermanos, yo con toda buena conciencia he conversado delante de Dios hasta el día de hoy. 2 El príncipe de los sacerdotes, Ananías, mandó entonces a los que estaban delante de él, que le hiriesen en la boca. 4 Y los que estaban presentes dijeron: ¿Al sumo sacerdote de Dios maldices?
Y no es que le hiriesen honradamente las zumbas del estudiante; su odio provenía del poco aprecio que éste mostraba a Manolita.
Y con gran escándalo de su madre y de madó Antonia, que al asomarse le creían loco, permanecía echado de bruces y disparaba en esta posición, amaestrándose «para cuando le hiriesen». Pero como era hombre cortés, incapaz de injustas provocaciones, y su aspecto imponía respeto a los insolentes, transcurría el tiempo y el lance no llegaba.
Palabra del Dia
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