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Actualizado: 3 de junio de 2025


La Nela, deteniéndose y deteniendo a su compañero por el brazo, observaba la boca de la sima que se abría en el terreno en forma parecida a la de un embudo. Finísimo césped cubría las vertientes de aquel pequeño cráter cóncavo y profundo. En lo más hondo, una gran peña oblonga se extendía sobre el césped entre malezas, hinojos, zarzas, juncos y cantidad inmensa de pintadas florecillas.

Levantaos del suelo, que escudero de tan gran caballero como es el de la Triste Figura, de quien ya tenemos acá mucha noticia, no es justo que esté de hinojos; levantaos, amigo, y decid a vuestro señor que venga mucho en hora buena a servirse de y del duque mi marido, en una casa de placer que aquí tenemos.

Parecíale que aquella habitación donde reinaba tan imponente silencio, donde ardían tan altas y graves las luces, era el mismo templo en que no hacía dos horas aún se había puesto de hinojos.... Volvió a arrodillarse, divisando allá en la sombra de la cabecera del lecho el antiguo Cristo de ébano y marfil, a quien el cortinaje formaba severo dosel.

Ciertos días, pasaba las horas largas vagando por la Catedral, como en una selva de piedra toda florecida de vidrios ardientes; y, meditando a un tiempo su pecado, postrábase de hinojos, aquí y allá, a la sombra de las capillas.

En el centro del lienzo esta Jesús desnudo, maniatado con una cuerda a una columna que se ve a la izquierda, estirados los brazos, dobladas las piernas, puesto el tronco casi de frente, y movida la cabeza con dolorosa expresión de sufrimiento, hacia la parte de la derecha, donde un ángel, de rostro más humano que divino, hace ademán de mostrar el martirizado cuerpo a un niño de seis o siete años, que cruzando las manos se ha postrado de hinojos para adorarlo con señales de la mayor ternura.

Cambió de un modo extraño, violento, como todo lo que procedía de su temperamento singular. Cayó, cuando menos se pensaba, de hinojos ante D.ª Carmen, dedicándole un respeto tan profundo, un cariño tan apasionado, que la buena señora quedó estupefacta y le costó gran trabajo creer en su sinceridad. En su alma se había operado al fin la revelación de la ternura.

Sentada ya Poldy, se puso a meditar, y hubo de distraerse por tal arte, que, como vulgarmente se dice, se le fue el santo al cielo. Cual no sería su asombro y cual no sería su júbilo, cuando de repente sintió ruido y sin tener tiempo para recobrarse, vio llegar a un gentil caballero, que se aproximó respetuoso y vino a ponerse de hinojos a sus plantas. Imposible dudar.

Y, diciendo y haciendo, se arrojó del caballo y se fue con mucha humildad a poner de hinojos ante la señora Teresa, diciendo: -Déme vuestra merced sus manos, mi señora doña Teresa, bien así como mujer legítima y particular del señor don Sancho Panza, gobernador propio de la ínsula Barataria.

Una envidia santa traspasó su corazón encallecido al escuchar las bendiciones de los miserables y al ver a tanto desgraciado que se echaba de hinojos en el suelo para besaros los pies.

Un día se entusiasmará con cualquier escritor francés que identifique las pasiones humanas a los ciegos impulsos de las bestias, que describa nuestros amores con la libertad brutal y repulsiva que si se tratase de los de un toro y una vaca: al siguiente caerá de hinojos ante un místico ruso que tenga a pecado el amor conyugal y niegue a los tribunales el derecho a juzgar a los delincuentes.

Palabra del Dia

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