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Actualizado: 3 de junio de 2025


No tardaré yo en salvar la distancia, y el día en que menos lo pienses, apareceré a tu lado y me verás de hinojos a tus plantas, pidiéndote que correspondas al inmenso amor que me inspiras. No hay ya en calidad exótica y peregrina que te prohíba amarme.

Largo tiempo estuvo Fray Baltasar entregado a su honda pena y olvidado por completo de la regla monacal; de pronto, suave claridad pareció iluminar su mente, y postrándose de hinojos exclamó: ¡Oh, raza pigmea y miserable de mortales! ¿No has comprendido, pecador Baltasar, que si Dios te ha privado de tu arte, ha sido únicamente porque te recreabas en admirar tu obra y enorgullecerte de ella? ¡Oh, vanidad de vanidades!

Mi sér continuaba libre, atento a las curiosidades que hasta entonces lo solicitaban; y sólo cuando sentía el cansancio de las cosas imperfectas o el deseo nuevo de una ocupación más pura, regresaba a la Imagen que en guardaba como un Fra Angélico en su claustro, dejando los pinceles al concluir el día, de hinojos ante la Madona para implorar de ella descanso e inspiración superior.

Esa nación grandiosa que, a porfía, conquista mandos con ardor valiente, también ensalza con fervor creyente, las sublimes grandezas de María. De fervorosa y mística alegría, se ilumina su rostro de repente, y se postra de hinojos, reverente, cuando pasa la virgen por su vida. Y es que en esa nación de maravilla, la lumbre de la constante brilla, y hasta en la sangre de sus venas late;

Para remachar el clavo con que el crítico hería el orgullo de la América latina, como ahora se dice, había en el artículo algunas amonestaciones a la artista, a fin de que no se dejase enternecer por las ardientes adoraciones de los entusiastas americanos, a quienes el articulista calificaba de sensuales y de candorosos, y que, inflamados de amor, irían a ponerse de hinojos ante ella.

Hubiérase dicho que la ciudad se hacía toda armoniosa, metálica, vibrante, y resonaba como un solo bronce, en el transporte de su plegaria. Doña Guiomar, dejándose caer de hinojos, entonó en alta voz las palabras del Angelus. Todos, imitando su movimiento, se dispusieron a responder. El escudero balbuceó las avemarías alzando el rostro y juntando las palmas como los niños.

Obedeció sumisa la muchacha, y de hinojos, abatida y suspirante, leyó el primer día: «Muchas veces por falta de espíritu se queja el cuerpo miserable. Ruega, pues, con humildad al Señor que te espíritu de contrición y di con el profeta: «Dame, Señor, a comer el pan de mis lágrimas, y a beber con abundancia el agua de mis lloros....»

Tendiole la mano y Amaury se le acercó y se postró ante él de hinojos. Bendígame, padre mío, dijo. El doctor puso, sin decir palabra, las manos sobre su cabeza. Amaury permaneció unos momentos en esta posición mientras sus ojos vertían abundantes lágrimas. Antoñita hacía lo mismo; sólo el viejo permanecía impertérrito. Por fin, levantose el joven y acercándose a Antoñita le besó la mano.

Y sin decir más se fue a poner de hinojos ante Dorotea, pidiéndole con palabras caballerescas y andantescas que la su grandeza fuese servida de darle licencia de acorrer y socorrer al castellano de aquel castillo, que estaba puesto en una grave mengua.

Partió Sancho de carrera, sacando de su paso al rucio, y llegó donde la bella cazadora estaba, y, apeándose, puesto ante ella de hinojos, le dijo: -Hermosa señora, aquel caballero que allí se parece, llamado el Caballero de los Leones, es mi amo, y yo soy un escudero suyo, a quien llaman en su casa Sancho Panza.

Palabra del Dia

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