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Actualizado: 8 de julio de 2025


Tendiole la mano y Amaury se le acercó y se postró ante él de hinojos. Bendígame, padre mío, dijo. El doctor puso, sin decir palabra, las manos sobre su cabeza. Amaury permaneció unos momentos en esta posición mientras sus ojos vertían abundantes lágrimas. Antoñita hacía lo mismo; sólo el viejo permanecía impertérrito. Por fin, levantose el joven y acercándose a Antoñita le besó la mano.

Vuelve la cara sonriente; si solo sobre sus espaldas recibe los bastonazos continúa impertérrito su comercio, contentándose con gritar: No jugalo, ¿eh? ¡no jugalopero si los recibe sobre el bilaw que contiene sus pastas, entonces, jura no volver, arroja por la boca todas las imprecaciones y maldiciones imaginables; los muchachos redoblan para hacerle rabiar más y cuando ven ya la fraseología agotada, y estan satisfechos de tanta jopia y pepita de sandía salada, entonces le pagan religiosamente y el chino se marcha contento, riendo, guiñando y recibe como caricias los ligeros bastonazos que los estudiantes le propinan á guisa de despedida.

Algunas nociones remotísimas de Darwin, recogidas por aquí y por allí a salto de mata, compaginadas a la diabla con ciertas confusas pinceladas de Schopenhauer, proveyeron a nuestro baroncito de una descabellada teoría nihilista, que predicaba impertérrito de círculo en círculo y de salón en salón, declarándose en todas materias, literatura, política, artes y sobre todo en moral, tan escéptico, cansado, aburrido, desengañado y desalentado, tan corrompido y tan caduco, tan hastiado de las viejas tradiciones, tan en liquefacción, en fin, que pronto sería necesario recogerlo con cuchara.

D. Salvador ahuecó la voz, hizo bocina con sus manos y empezó a gritar lo más fuerte que pudo: «¡Párese, amigo!». El amigo seguía impertérrito su marcha, pero la distancia que los separaba disminuía rápidamente. D. Salvador gritaba, silbaba, producía todos los ruidos imaginables sin éxito ninguno.

El Santo Rey los había ahuyentado á todos. Hecho el reconocimiento, bajaba, si bien marchitas las esperanzas, inmutables, firmes y lozanos los bríos. Poco á poco observaron los sitiadores aminorarse el número de los que le acompañaban, hasta que le vieron subir solo. Siguió impertérrito en su inspección diaria que hacía descolorido, caído de fuerzas, pero siempre entero de ánimo. Un día no subió.

Ambos poseían el secreto de las minas que debían hacer explosión cuando los patriotas emprendiesen un asalto formal. Ellos conocían en sus manores detalles todo el plan de defensa imaginado por el impertérrito brigadier. La traición de sus amigos y tenientes había venido a hacer imposible la defensa.

Débil todavía y en estado nervioso, vese turbada al propio tiempo por esa tempestad interior. Interior, pero no oculta. El mar, el impertérrito mar, trae y descubre á la piel aquella agitación que no quisiera descubrirse á nadie, vendiéndola por medio de granitos, de ligeras eflorescencias.

Palabra del Dia

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