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Actualizado: 8 de julio de 2025
El Gloria in excelsis, ese cántico que la religión cristiana poéticamente supone entonado por ángeles y por niños, acompañado por alegres repiques, por el ruido de los petardos y por la fresca voz de los muchachos de coro, parecía transportarme con una ilusión encantadora al lado de mi madre, que lloraba de emoción, de mis hermanitos que reían, y de mi padre, cuyo semblante severo y triste parecía iluminado por la piedad religiosa.
Rodeada de su padre, su madre, sus hermanitos y miss Mary, ella seguía en su labor como una brujita, teje que teje, teje que teje, teje que teje... Por su boquita, contraída por la atención, acechaba su lengua a manera de una curiosa que se asoma por la ventana. Sus pequeñas manos parecían dos arañas de cinco patas, apuradísimas en reconstruir una tela rota por el viento.
Su inocencia era un velo espeso, que nos impedía ver el riesgo que corríamos. En poco tiempo me contó una infinidad de cosas. Era de Jerez; no hacía más que un año que estaban en Madrid establecidos; su papá ocupaba un alto empleo; tenía dos hermanitos y una hermanita.
No eran para ellos; esto le parecía la más terrible crueldad de la injusticia. Pero, además, ahora aquellos granujas discutiendo el nombre de lo que no habían de comer, se le antojaban compañeros de desgracia, hermanitos suyos, sin saber por qué. Quiso llegar pronto a casa. Aquel enternecerse por todo la asustaba. «Temía el ataque, estaba muy nerviosa». Corre, Petra, corre dijo con voz muy débil.
Y como viese que el niño rechazaba la linda cajita de la Mahonesa, que no del todo satisfecho le alargaba Calixto, añadió: Tómalas, hijo... Esta para ti, y la otra para tus hermanos... ¿No tienes hermanitos?... Tengo a Lilí. Pues llévale una a Lilí.
Ya lo verás, mamá, ya lo verás. Por ahora sólo quiero que estén bien guardadas en mi armario, ¡muy bien guardadas! Se pasaron así los días que faltaban y llegó la noche del 4 de julio, las ansiadas vísperas. Lita contó las marcas que había señalado en la baranda de su cama. Eran treinta justas, y su cuenta coincidía con la de Ramón. Besó a su papá, a su mamá, a sus hermanitos y hasta a miss Mary.
Sí puedes; haz un esfuerzo, ten valor y sosiégate. Ten en cuenta que, de aquí adelante, no sólo hallarás en mí á una hermana, sino á una madrina y á una protectora muy pudiente. ¿Y á mí qué se me da todo eso? Nada. Lo que yo codiciaba era tu cariño. Y no lo tienes como antes, ingrato? Pues qué, ¿los buenos hermanitos dejan de amarse aunque se case uno de ellos?
Sí, sí, ese día quitando madre Pampa, y hermanitos... ¡Pampa no verles más! Bueno; si te he dicho que has de verles pronto... no llores así, que te pones muy fea... y después te he enseñado a leer, y a escribir y a contar: si no sabes bien todo esto, es que no eres muy despejada... Y para probarte que el niño te quiere, voy a regalarte una cosa. Súbitamente, la india dejó de gimotear.
No quiso decir más, aceptando con gruñidos de borracho los cuidados paternales de Juanito, que hizo todo cuanto supo para curarle las contusiones. El pobre muchacho, al ver a su hermano cruelmente aporreado, sintió renacer el cariño de otros tiempos, cuando ejercía de niñera, sacrificándose en el cuidado de sus hermanitos.
Seremos amigos ¿verdad? le dijo la hermosa dama reteniéndole por la mano . Muchos recuerdos a su hermanita. Necesito darle una satisfacción de aquella brusca y extraña visita, y se la daré. Dígale usted que uno de estos días la voy a sorprender en medio de sus faenas caseras.... Me interesan ustedes muchísimo, dos hermanitos tan jóvenes viviendo solos.... Adiós, Alcázar: lo dicho.
Palabra del Dia
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