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Actualizado: 1 de octubre de 2025


Bajé yo la cabeza en señal de obedecerla, por lo cual ella se acabó de enterar en que yo era el perro Montiel que buscaba, según después me lo dijo. Quedé atónito y confuso, esperando la noche, por ver en lo que paraba aquel misterio o prodigio de haberme hablado la vieja; y como había oído llamarla de hechicera, esperaba de su vista y habla grandes cosas.

En los momentos en que el Reverendo Sr. Dimmesdale razonaba de este modo consigo mismo, y se golpeaba la frente con la mano, se dice que la anciana Sra. Hibbins, la dama reputada por hechicera, pasaba por allí, vestida con rico traje de terciopelo, fantásticamente peinada, y con un hermoso cuello de lechuguilla, todo lo cual le daba una apariencia de persona de muchas campanillas.

Oyó risas, cuchicheos, jarana alegre, impropia del lugar y la ocasión. Se volvió y se incorporó confuso. Tenía delante una pareja hechicera, iluminada por el sol que ya ascendía aproximándose a la mitad del cielo.

Seguramente la venerable hechicera había oído también el grito del Sr. Dimmesdale y creyó que era, con la multitud de sus ecos y repercusiones, el clamor de los demonios y de las brujas nocturnas con quienes, como es sabido, tenía la costumbre de hacer excursiones á la selva.

Pero lo grave era que la mujer antes perseguida y deseada sólo por gentil y graciosa, se había trocado en hechicera enigmática: ya no era don Juan un temperamento atraído por la belleza, sino una voluntad obstinada en descubrir el arcano que llevaba una mujer dentro del pecho. Hasta el pecho ¡lo más hermoso del cuerpo de Cristeta! se le olvidaba pensando en su corazón.

Y riendo tan estrepitosamente, que todos los que estaban en la plaza del mercado pudieron oirla, la anciana hechicera se separó de Ester. Mientras esto pasaba, se había hecho la plegaria preliminar en la iglesia, y el Reverendo Sr. Dimmesdale había comenzado su discurso. Un sentimiento irresistible mantenía á Ester cerca del templo.

Como si la hechicera hubiese leído los pensamientos del ministro, se detuvo ante él, fijó las miradas astutamente en su rostro, sonrió con malicia, y, aunque no muy dada á hablar con gente de la iglesia, tuvo con él el siguiente diálogo: De modo, Reverendo Señor, que habéis hecho una visita á la selva, observó la hechicera inclinando su gran peinado hacia el ministro.

Brillaba entonces su belleza como personificación hechicera de la misma luz. Su cabello en desorden, su vestido suelto llevaban al último grado la elegancia natural de la gentil doncella, cuya actitud casta y noble superaba a las más perfectas concepciones del arte. Primito dijo contrayendo ligeramente el hermoso entrecejo D. Teodoro no te ha dado todavía permiso para quitarte hoy la venda.

No le pesó a mi amo del alboroto, porque se quedó con los dineros, y aplazó para otro día y en otro hospital lo que en aquél había faltado. Fuése la gente maldiciendo a la vieja, añadiendo al nombre de hechicera el de bruja. Con todo esto, nos quedamos en el hospital aquella noche; y encontrándome la vieja en el corral solo, me dijo: "¿Eres , hijo Montiel? ¿Eres , por ventura, hijo?"

Si lo decís por la Camacha, ya ella pagó su pecado, y está donde Dios se sabe; si lo decís por , chacorrero, ni yo soy ni he sido hechicera en mi vida; y si he tenido fama de haberlo sido, merced a los testigos falsos, y a la ley del encaje, y al juez arrojadizo y mal informado, ya sabe todo di mundo la vida que hago, en penitencia, no de los hechizos que no hice, sino de otros muchos pecados, otros que, como pecadora, he cometido.

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