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Actualizado: 1 de noviembre de 2025
iEspiritu de una hechicera hermosura, que yo pueda admirar tu cabellera luminosa, los ojos resplandecientes y las formas divinas que reunen todos los hechizos de las hijas de los hombres a una sustancia aerea y a la esencia de los mas puros elementos!
¿Pues no lo he de comprender? ¿Soy estúpido acaso para no ver que esa desvergonzada huye de mí, y cada día tengo que cazarla como a una liebre? ¡Sólo está contenta entre los demás labriegos, con la hechicera que le trae y lleva chismes y recados a los mozos! A mí me detesta. A la hora menos pensada me envenenará.
Unos propalan que os halláis en inteligencias con los moriscos para transmitilles todo lo que sobre ellos se resuelve; otros, que os han comprado la conciencia con presentes y dinero; y no falta, en fin, quien asegure que tenéis hecho pacto con el Demonio por intermedio de una vieja hechicera del arrabal.
Para un inteligente de los que se sientan embozados en la escalerilla del paraíso del Teatro Real, es posible que no fuese la cantante un prodigio de maestría en el atacar, filar y trinar las notas; mas para los que no se ven atormentados por escrúpulos filarmónicos, puede afirmarse que cantaba muy bien y que poseía especialmente una voz hechicera, de timbre apasionado que llegaba hasta lo profundo del alma.
7 La conquista de Cuenca y primera dedicación de la Virgen del Sagrario, de D. Pedro Rosete. 8 La hechicera del cielo, de Antonio de Nanclares. 9 La razón hace dichosos, de tres ingenios. 10 Amar sin ver, de D. Antonio Martínez. 11 La Margarita preciosa, de Zavaleta, Cáncer y Calderón. 12 El más heróico silencio, de D. Antonio Cardona. 1 Los españoles en Chile, de D. Francisco González de Bustos.
Entró allí cierta hechicera más poderosa que la señora María la Sabia: la política, si tal nombre merece el enredijo de intrigas y miserias que en las aldeas lo recibe.
Has de saber, hijo, que en esta villa vivió la más famosa hechicera que hubo en el mundo, a quien llamaron la Camacha de Montilla; tuvo fama que convertía los hombres en animales, lo que yo nunca he podido alcanzar cómo se haga. Sea lo que fuere, lo que me pesa es que yo ni tu madre, que fuimos discípulas de la buena Camacha, nunca llegamos a saber tanto como ella.
En vez de esa sequedad, de esa aridez que comúnmente entristecen la costa, el Vaccarés, con su ribera un poco alta, toda ella verde por la hierba menuda, aterciopelada, ostenta su flora extraordinaria y hechicera: centauras, tréboles acuáticos, gencianas y esas lindas salicarias, azules en invierno, rojas en verano, que mudan su color con los cambios atmosféricos, y con una floración no interrumpida, marcan las estaciones por lo diverso de sus matices.
La señorita de Delgado siguió de esta manera: Si recuerdo en la noche solitaria el nombre de la prenda de mi amor, se presenta hechicera a mi memoria la imagen de su rostro encantador: y tú eres, esperanza, quien me anuncia que amante corresponde a mi pasión, y sólo tu dulzura es quien mitiga mi tormento cruel y mi aflicción.
La curiosidad seguía devorándola, y la avidez de impresiones la consumía. No había asomo de juicio en aquella cabeza rubia que parecía el capricho de un pintor lascivo, ni tacha que poner a la hechicera envoltura de aquel temperamento tempestuoso.
Palabra del Dia
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