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Actualizado: 1 de octubre de 2025
¡Ah! ¡ah! pues mejor, mejor... yo enriqueceré á tus padres... yo no te abandonaré. ¡Una sola palabra! ¡Qué! ¡Me amáis de veras! ¡Sí! dijo el duque. Pues bien; el amor iguala... yo no sé por qué te amo también, duque mío. ¡Diablo! exclamó para sí el duque ; esta muchacha es más hechicera y tiene más talento de lo que yo creía.
JIMENO. Todo esto alarmó al Conde, y tomó sus medidas para pillar a la gitana; cayó efectivamente en el garlito, y al otro día fue quemada públicamente, para escarmiento de viejas. GUZMÁN. ¡Cuánto me alegro! ¿Y el chico? JIMENO. Empezó a engordar inmediatamente. FERRANDO. Eso era natural. JIMENO. Y a guiarse por mis consejos, hubiera sido también tostada la hija, la hija de la hechicera.
Nada más quiso oír el gran inquisidor de Felipe II; agarrándose la cabeza gritó: ¡Una hereje en el trono de Carlos V! ¡Una hechicera, llamada Ena, usurpando la corona de Isabel de Castilla! ¡Oh Dios mío, apiádate de tu desgraciada España, apiádate de tu desgraciada ahora y otrora tan fiel y gloriosa España! Y se retiró a su aposento con lágrimas en los ojos y fuego en los labios.
"Mefistofeles conduce a Faust a la casa de una hechicera que tenia a su disposicion unos animales medio monos y medio gatos. Esta escena puede considerarse en algun modo como la parodia de las brujas de Macbeth. "Faust frecuenta las sociedades acompanado siempre de Mefistofeles; pero el se fastidia y el diablo le aconseja que se enamore.
Allí, más adelante, está una vieja, grandísima hechicera, haciendo en un almirez una medicina de drogas restringentes para remendar una doncella sobre su palabra , que se ha de desposar mañana.
Declaró por último su firme propósito de consagrarse en adelante a la amistad sólo; a la amistad sin combinaciones y llena de limpieza. Para esto, para que fuese su íntimo amigo, había citado al Vizconde. El otro amigo predilecto, cuya vida, mejorada por ella, quería seguir endulzando hasta que llegase a su fin e iluminándola con luz hechicera, era el señor de Figueredo.
Con esto suspendió el auditorio que había llamado senado, y les encendió el deseo de no dejar de ver todo lo que yo sabía. Volvióse a mí mi amo, y dijo: "Volved, hijo Gavilán, y con gentil agilidad y destreza deshaced los saltos que habéis hecho; pero ha de ser a devoción de la famosa hechicera que dicen que hubo en este lugar."
Todo lo sufría, hasta que un día un muchacha se atrevió a decirme a voces hijo de una hechicera; lo cual, como lo dijo tan claro, que aún si lo dijera turbio no me pesara, agarré una piedra, y descalabréle. Fuíme a mi madre corriendo, que me escondiese, y contéla el caso todo. A lo cual me dijo: "Muy bien hiciste; bien muestras quién eres; sólo anduviste errado en no preguntarle quién se lo dijo."
Había que verla en aquel retrato: amplio el escote; corto el talle; desnudo el torneado brazo; ricillos en las sienes; rica, donairosa mantilla, y ladeada peineta de boca de olla; ¡ni más ni menos que la reina, doña María Luisa! ¡Con razón los pisaverdes y lechuginos de Pluviosilla se bebían los vientos por mi hechicera tía!
Esto basta para apreciar que el duque tenía todavía fijas en el magín raíces de ideas viejas; pero, a pesar de todo, podía considerársele como demagogo comparado con su hechicera consorte. La duquesa era el prototipo de la dama aristocrática, que sólo en las cuestiones del amor y de la moda transige con el progreso.
Palabra del Dia
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