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Actualizado: 4 de julio de 2025


Pero á pesar de todo no se sentía unido á él por una de esas simpatías que le eran tan fáciles y tan necesarias. Entre Sorege y él había siempre un velo, el de los párpados que ocultaban habitualmente la mirada de aquél. Cuando volvieron, la opinión de Harvey era la misma. Confesaba que no tenía nada de que acusar á Sorege más que de no gustarle.

¡Y quién sabe si también cañonazos! dijo con acritud Marenval. ¡No lo quiera Dios! respondió Harvey. Seríamos unos hijos ingratos y despreciables, pues todo se lo debemos á las naciones de Europa, que nos han creado, y especialmente á Francia, que nos ha dado la libertad. ¡Es una noble respuesta! dijo Tragomer. En América estimamos á los franceses.

Cuando la industria conyugal se exhibe de ese modo, se facilita singularmente el cambio de buenas relaciones entre los países productores de maridos y las regiones cultivadoras de mujeres. La familia Harvey tenía, pues, un pie en Francia y el otro en Inglaterra, pero Francia triunfaba, puesto que el conde de Sorege había sido admitido como futuro esposo.

¿Se puede hablar con usted en confianza? miss Harvey. ¿Las mujeres de su país saben ser discretas cuando se les pide que lo sean? Eso les daría una gran superioridad sobre las mujeres de Europa, que son incapaces de resistir al deseo de hablar y dejarían cortar la cabeza á su mejor amigo con tal de soltar lo que tienen en la punta de la lengua.

Si me atacan y yo no puedo defenderme, sosténgame usted. No permita que digan que soy un viejo imbécil. Repitió con aire extraviado: ¡Adiós! Y cogiendo el brazo de Tragomer, salió como si marchase á la muerte. M. Harvey poseía uno de los más hermosos hoteles de la plaza de los Estados Unidos.

Ese, decía, es de los nuestros. Monta á caballo como el viejo Pew, que nos ha educado; es incansable andando; maneja la carabina y el cuchillo; ha pescado en los grandes lagos... ¿Por qué, con tu dinero, no has encontrado un muchacho vigoroso como el conde Cristián, en lugar de buscarte ese bicho de Sorege? Puesto que Julio Harvey y . pagan el dote que tu quieres, debías haber escogido lo mejor.

Tragomer, dijo Marenval, estaba en el agua con Jacobo, sosteniéndole, animándole bajo una lluvia de balas y en un sitio en que pululan los tiburones... , miss Harvey, el episodio fué vivo... Tuvimos que echar á pique la lancha de la Administración para escapar á sus ataques; pero no hemos tirado ni un tiro, aun en defensa propia, pues no queríamos tirar contra franceses. ¡Oh! ¡De buena nos escapamos!

Sorege se volvió hacia miss Maud y dijo con imperturbable audacia: He prometido á usted pruebas, miss Harvey, y suceda lo que quiera, se las daré. Saludó á Julio Harvey con un movimiento de cabeza y mirando despreciativamente á Tragomer, á Marenval y á Jacobo, dijo en tono altanero: ¡Nos veremos, señores! No se lo deseo á usted, dijo Marenval con desdén.

El espectáculo que ofrecían los Harvey, padre é hijos, en América, conducidos por aquella morenilla delgada y débil, era sumamente curioso. En la cabeza de miss Maud había muchas más ideas de las que podían producir los cerebros de sus hermanos. La voluntad de la muchacha, matizada con una nerviosidad debida al perfeccionamiento do la raza, recordaba la tenacidad de su padre.

La ópera fué muy bien... Novelli fué muy aplaudido... y yo no poco. La cantante se sentó cerca de Sorege en una silla baja, al lado de la chimenea. , estaba en el teatro y no era solo á devorar á usted con los ojos; había otras personas que se interesaban igualmente por usted... ¿Su prometida de usted y el buen Julio Harvey, sin duda? dijo Jenny en tono irónico y con una viva mirada.

Palabra del Dia

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