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Actualizado: 4 de junio de 2025
Con nombre y documentos falsos he bajado á tierra, he visto á Jacobo de Freneuse y el día siguiente, Marenval y yo, después de una espantosa escaramuza, le hemos arrebatado á viva fuerza. ¿Es posible? exclamó miss Harvey entusiasmada. ¡Marenval y usted! ¡Dos franceses, dos hombres del gran mundo, han hecho eso! ¡Oh! Si Felipe y Edward lo supieran, perderían la cabeza... ¡Silencio!
Tan poco enfadados estamos, que si su padre de usted no me hubiera hecho el honor de presentarme, iba á hacerlo Sorege mismo. ¡Tanto mejor! Yo quisiera que el señor de Sorege tuviera muchos amigos como usted... Parece que los tuvo muy malos en otro tiempo... ¿Quién era aquel Freneuse, que tan mal acabó? Al oir aquella pregunta imprevista, Cristián se puso rojo y miró atentamente á miss Harvey.
En primer lugar, veamos, ¿qué te ha dicho Jacobo? ¿Qué te ha pedido? ¿Qué le has prometido tú? ¿Os habéis visto ayer después de la maldita velada de Harvey? Hacía mucho tiempo que no os hablabais y no ha debido reinar entre vosotros la mayor cordialidad. ¡Debe guardarte rencor! ¡Y á mí me odia de muerte!
Algunas jóvenes americanas de frescas carnes, barbilla un poco gruesa, cabello rubio, anchos hombros y largos talles, conversaban en un inglés silbado y gutural. Su conversación se refería á la cantante cuya presencia estaba anunciada y que ofrecía á los invitados de Harvey un atractivo poco ordinario.
Marenval, en efecto, sería una buena presa; le exigirían un enorme rescate... Pero la idea del viaje ha sido repentina. Me parece que no pensaba usted en eso hace pocos días, cuando hablamos... La verdad es que Marenval me anima, dijo Tragomer con descuido. Por mi gusto hubiera descansado todo el invierno. Diga lo que quiera M. Harvey, la locomoción intensiva durante un año es muy fatigosa.
Después de volver del viaje, ¿ha hecho usted alguna tentativa para ver á su antigua prometida ó á su madre? No, dijo sordamente Tragomer; sé que sería inútil... ¿Y usted, conde, no las ha vuelto á ver? Nunca. Miss Harvey se quedó un instante pensativa.
Pero, usted, Marenval, con su fortuna, ¿por qué no viaja usted? El defecto capital de Marenval era la vanidad. No pudo pues privarse del placer de deslumbrar á Harvey, y dijo, sin calcular el alcance de sus palabras: Pues bien, será usted complacido, Harvey, porque voy á hacer un viaje á ultramar con Tragomer... No terminó, porque la mano de Cristián, le apretó fuertemente el brazo.
Hace veinte años que Harvey and Cª provee á Chaminade, de Burdeos, todo el pino para las cajas de embalaje de su casa de usted... ¡Tanto gusto! La cara que puso Marenval, cuya única ambición consistía en hacer olvidar las pastas y las féculas origen de su fortuna, proporcionó á la concurrencia un precioso rato de diversión.
Pues bien, entonces tendré confianza en usted y le contaré la mitad de mis proyectos... Veo en la cara de Marenval que me quisiera ver más reservado, pero, ¡que diablo! yo me arriesgo... Arriésguese usted, querido amigo, dijo Marenval, pero empiece por advertir á miss Harvey las consecuencias que puede tener nuestra empresa para cierta persona que le toca muy de cerca...
De aquella presentación databa la antipatía manifiesta de Marenval por Harvey y, en el fondo, por todos los americanos, á quienes englobaba en el desdén que le inspiraba el ganadero. Cuando miss Maud pasaba delante de él, brusca, decidida y ruidosa, Marenval le dirigía miradas de conmiseración y tenía por incomprensible que nadie quisiera casarse con aquella marimacho.
Palabra del Dia
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