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Actualizado: 4 de julio de 2025
Un murmullo de placer partió de la concurrencia y los invitados de Harvey, sin miedo de cometer una falta de distinción, aplaudieron con entusiasmo. Hasta los mismos cow boys, dominados por el encanto de la inspiración y estupefactos ante las sensaciones que experimentaban, desistieron de marcharse al salón de fumar, como habían proyectado.
En todo tiempo y en cualquiera nación, lo mismo entre las personas ilustradas que entre el vulgo de las gentes, se decía: «La muerte da la vida.» Suponíase en particular que la vida de los imperceptibles surgía inmediatamente de los despojos que le lega la muerte. El mismo Harvey, que fué el primero en formular la ley de generación, no se atrevió á desmentir tan arraigada creencia.
Miss Harvey reflexionó un instante y dijo después con gravedad: ¡Y esa inocencia era conocida de Sorege, según ustedes! No cabe duda. ¿Podrán ustedes probarlo? Resultará claramente de la prueba que vamos á intentar y para la cual necesitamos el concurso de usted. Vea, pues, de lo que se trata. Pasado mañana comemos en casa de su padre de usted con algunos de sus amigos.
Ante todo, debemos, por honradez, prevenir á Harvey. Si le dejamos ignorar lo que es el hombre que piensa admitir en su familia, tendrá derecho para hacernos cargos. Por otra parte, he prometido á su hija decírselo todo. Esto va á dar un golpe mortal á las aficiones nobiliarias de las americanas, dijo Marenval.
Maud se detuvo bruscamente y palideció. ¿Se refiere usted al señor de Sorege? Tragomer movió la cabeza. Marenval ha hecho bien de plantear en seguida la cuestión como debe ser planteada. Ya ve usted, miss Harvey, como á la primera palabra se ha turbado, y qué peligroso es poner en conflicto su sinceridad con su interés. Las mejillas de la joven americana se tiñeron de rojo.
Cuando su hija le participó que se había comprometido con aquel joven, se atrevió á hacer algunas observaciones. ¿Estás segura, Maud, de que el señor de Sorege es el hombre que te conviene? ¿Has estudiado su carácter y crees no arrepentirte de haberle dado tu palabra? Miss Harvey expuso tranquilamente á su padre las razones que habían decidido su elección.
Y no es acusando á diestro y siniestro á todo el mundo como lograrán probar que un juez de instrucción, doce jurados, tres magistrados y la justicia en masa se han engañado groseramente y enviado un inocente á presidio. Á no ser que se pruebe, dijo miss Harvey, que las apariencias fueron arregladas tan hábilmente que fué imposible no creer en la culpa de ese desgraciado.
Los periódicos norteamericanos hablan de su fortuna como de una de las más importantes del país. ¿Qué tal es la muchacha? Pequeña, flaca, morenucha. Hay en ella sangre mejicana. Se dice que su madre era una mestiza con la que Harvey se casó después de tener con ella cuatro hijos. Se ha quedado en Minneapolis. La hija es una excéntrica que dará mucho que hacer al frío Sorege.
Pero pensó que acaso intentaba intimidarle, y respondió: Pienso hacer á usted juez de esos descubrimientos, si es que le interesan. Á no dudar. Hizo un saludo con la cabeza al joven y se dirigió al piano, acompañada por miss Harvey. Sorege fué á sentarse al lado de la chimenea y con los ojos cerrados pareció absorberse en una atención religiosa, pero no perdía de vista á la cantante.
Miss Maud y Harvey salieron á su encuentro y le dieron las gracias por su amabilidad en haberse prestado á complacerles. Y los tres franceses, desde el rincón en que estaban reunidos, no pudieron menos de admirar el valor, la sangre fría y el orgullo con que aquella mujer desempeñaba su papel.
Palabra del Dia
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