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Actualizado: 13 de junio de 2025
Si no hay otro medio de lograrlo, nos escapamos usted y yo una noche... un rapto... hay que hacer como en las novelas... traerá usted un corcel, me subiré a la grupa, y, ¡hala!, que nos pillen... encerramos con llave primero a Perico y a Lucía, y allí se quedan haciendo penitencia.... ¿eh? ¿Qué le parece a usted?
Porque no me da la gana..., hala... respondía Mariano saliendo de su somnolencia intelectual por la virtud de un pellizco. Pues ve a que te mantenga el obispo. No necesito que usted me mantenga. Tengo de acá. ¡Anda, anda, chaval desorejado!... ¡Y con qué tipos te ajuntarás tú para allegar eso! ¿Qué diabluras haces? ¿En qué te ocupas por las noches? ¿Qué llevas aquí debajo de la blusa? El copón.
La ola dió un golpe en la espalda de los dos primeros remeros, les hizo torcerse violentamente y pasó por encima de nosotros. No hubo nadie de los nuestros que no creyera que aquel era nuestro final. Al verme todavía en la lancha, yo me indigné. Estamos aquí parados estúpidamente les dije . Hay que pasar. ¡Hala! Nada, vamos dijeron todos.
Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener, el que la tuviere, a raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias, o en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran.
Ya te he dicho que tienes tú la culpa desde un principio; en cuanto la veías ceñir un poco, arriabas en banda.... ¿Y qué había de hacer yo si me paecía una santa de Dios? ¿Qué habías de hacer? ¡Tiña!; lo que yo te decía siempre: «Caza firme y trinca bien; viento duro por la popa, y hala por avante.» ¡Pero si no tiene ya un hueso en el cuerpo que no le haiga yo carenao á golpes!
Pero si es cobarde, la gavilla de toreros lo acosa con brutalidad, lo vilipendia con las banderillas, lo atonta con los capeos grotescos, lo hala de la cola, lo acogota y aniquila como á un ladron vulgar y despreciable. Para el guapo la espada; para el cobarde la punta del innoble cachete.
Aquel fantasma era el monstruo tipográfico, horrible caricatura de Guttenberg, que puntual como el diablo cuando suena la hora de llevarse su alma, venía en busca del condenado artículo. ¡El artículo! ¡Mal rayo me parta! ¡Es preciso acabarlo! Y devorado por la ansiedad, trémulo y medio loco, trincó la pluma y ¡hala!
Lo envuelvo en un periódico, y ¡hala, que es tarde! Y toda esta fruta, ¿para qué la quiere? Pues apenas ha traído manzanas y naranjas... Deme acá... las pongo en mi pañuelo... Vas a ir cargada como un burro. No importa... ¡A lo que estamos, tuerta!
Y uniendo la acción a la palabra, se recostó, mejor dicho, se dejó caer sobre un sillón de muelles en los cuales se hundía su pesado cuerpo. «Voto va Deu, ¡qué blando es esto!, ¡qué comodidad! exclamó riéndose de su propia malicia . ¡Valientes pícaros! Ya os daría yo en vez de sillones de muelles, por ejemplo, un banco de carpintería... ¡Hala, y darle al mazo!».
Se golpeaban las espaldas con las manos abiertas, se separaban, mirábanse un momento, se sonreían; y vuelta a abrazarse y a desabrazarse, y a mirarse y a sonreírse... y a todo esto, sin dejar de decirse cosas... «¡Caray, cuánto me alegro! ¡Con qué placer le abrazo, canástoles! ¡Otro, don Alejandro! ¡Con toda el alma, don Adrián!... ¡Si no pasan días por usted, canástoles! ¡Si está usted hecho un mozo, caray!... ¡Hala con otro! ¡Ya se ve que sí, ja, ja!... ¡Qué don Adrián tan famoso! ¡Vaya con el bueno de don Alejandro!
Palabra del Dia
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