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Actualizado: 1 de mayo de 2025


29 No contaminarás tu hija haciéndola fornicar; para que no se prostituya la tierra, y se llene de maldad. 30 Mis sábados guardaréis, y mi santuario tendréis en reverencia. Yo [soy] el SE

El joven bajaba la cabeza; agitábase su pecho con un penoso estertor, como si le ahogase el llanto al no encontrar salida en aquel cuerpo varonil. La emoción de Rafael, abrumado por aquella crueldad, enterneció a Leonora, haciéndola cambiar de tono. Se aproximó al joven, casi se pegó a él, y agarrándole la barba con sus finas manos, le obligo a levantar la cabeza.

Luego explica, con enérgica concisión que no se opone a la claridad, los misterios de la encarnación y de la redención, cuando en la plenitud de los tiempos se une el Verbo increado con la humana naturaleza, glorificándola y haciéndola digna del cielo, padeciendo en ella y por ella, a fin de lavar sus culpas.

Y haciéndola el dolor más expansiva, comenzó toda una serie de hondas lamentaciones: ciertamente, no había ella dudado ni un punto de la honradez del señor Delaberge; pero eso no había de impedir que su llegada al Sol de Oro despertase la malignidad de los envidiosos que hablaban mal del Príncipe sólo porque había hecho fortuna. Iban a remover y a remozar antiguas historias.

Heredera del respeto que su padre sentía por el señor, sólo se imaginaba a don Jaime hablando gravemente. ¡Las cosas que había visto en el mundo!... Y ahora sus palabras sobre la novia milenaria conmovían su credulidad, haciéndola sonreír levemente, al mismo tiempo que miraba con temor supersticioso a la gran señora de otros tiempos que sólo era una cabeza. ¡Cuando el señor decía aquello! ¡Era tan extraordinario todo lo suyo!...

Lo que demuestra que los antiguos tiempos eran los buenos y que, para tranquilidad de todos, hay que volver á la época en que no había progreso y los hombres vivían tranquilos. Sánchez Morueta miró al joven con unos ojos que alarmaron á doña Cristina, haciéndola temer por su sobrino. Eso es una majadería dijo con calmosa gravedad.

Acababa de dejarse caer en el asiento, é hizo que pusieran sobre sus rodillas aquel cuerpo igual á un cadáver. Ella misma, mientras lo sostenía con un brazo, dobló con el otro la aulladora cabeza, haciéndola descansar en uno de sus hombros. El carruaje se puso en marcha lentamente hacia el hotel de los oficiales, seguido de una gran parte del público.

Y la pobre vieja lloraba como una niña en presencia de su sobrina, se esforzaba en convencerla para que «abandonase la mala senda del pecado»; estremecíase de horror pensando en su inmensa responsabilidad ante Dios. «Toda una vida de devoción para tener limpia el alma, creerse casi en estado de gracia y despertar de repente en pleno pecado sin comerlo ni beberlo, por causa de su sobrina, que convertía su santa casa en una sucursal del infierno, haciéndola vivir rodeada del pecado». Y el miedo de la pobre señora, el escrúpulo y el terror de aquella alma sencilla, eran lo que más profundamente hería a Leonora.

Hablaba acompañándose con la acción desenvuelta y elegante del orador encanecido en las lides parlamentarias, ahuecando la voz y haciéndola temblar por momentos lo mismo que cuando trataba de hacer pasar un proyecto de ley que la mayoría se obstinaba en rechazar.

Antes de partir el tren, el empleado del vagón sabía ya el motivo que ha arrancado á la duquesa de su castillo cerca de Londres, haciéndola atravesar París de estación á estación. Va á Brindis me ha dicho para recibir el cadáver de su nieto, un aviador que acaba de morir en los Dardanelos. Algo entrada la mañana salgo al pasillo. Los vidrios de las ventanas están opacos á causa del frio exterior.

Palabra del Dia

hociquea

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