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Actualizado: 1 de mayo de 2025
El patadeon es desde luego muy cómodo, tanto que consiste en una faja de tela más ó menos ordinaria, que da las bastantes dimensiones de largo y ancho para que una mujer se dé con ella una vuelta, sujetándola á su cuerpo bien con una cuerda ó correa, ó bien, y esto es más general, haciéndola un nudo por cima de los pechos.
Su salud era mejor que nunca; pero había necesitado fingirse enferma durante un mes, con gran abundancia de melancolías y llantos, y hasta privarse de bailar en tanto tiempo. Esto último era lo que había asustado más á la madre, haciéndola creer en una muerte próxima; y como amaba mucho á su hija, la grave señora había acabado por acceder á su matrimonio con el ingeniero.
Dirigiendo en torno la mirada, haciéndola vagar por el círculo de montañas, todas grises con la luz de la luna, recordaba en ese momento la mañana de su fuga, un amanecer lívido y frío, el lago plomizo flagelado por el viento, erizado de las olas opacas. Huía sin la menor vacilación. La esperanza, la certidumbre de volverla a ver le sonreían. ¿Cuándo, dónde? No lo sabía. Pero la vería.
La debilidad contraía sus músculos haciéndola reír..., y por aquí seguía de disparate en disparate hasta que despertaba y volvía al tormento de la realidad, no menos cruel que el de los sueños.
Desnoyers creyó estar rodeado de una tribu de indios famélicos y embrutecidos, igual á las que había visto en sus viajes de aventurero. Traía con él desde París una cantidad de piezas de oro, y sacó una moneda, haciéndola brillar al sol. Necesitaba pan, necesitaba todo lo que fuese comestible: pagaría sin regatear.
Intentó detenerla el príncipe tomando suavemente una de sus manos, pero ella la retiró con nerviosa retracción. ¡Y te marchas! dijo él con desaliento . Yo que creía, al venir aquí... La humildad de su voz pareció irritar á la duquesa, haciéndola detenerse cuando empezaba á volverle la espalda. ¿Qué es lo que creías? preguntó con indignación . Tu inconsciencia me asombra. ¡Ah, Miguel!
Urquiola y doña Cristina se miraban escandalizados. ¿Y la caridad? gritó el abogado. ¿Y la sublime caridad de la moral cristiana? ¡La caridad! contestó el médico sonriendo con sarcasmo. Es el medio de sostener la pobreza, de fomentarla, haciéndola eterna.
La música aquella le retozaba en la epidermis, haciéndola estremecer con un sentimiento indefinible que no podía expresarse sino llorando. «Yo debo de ser muy bruta pensó, alejándose , porque me gusta más esta música de los pianitos de la calle que la pieza que toca Olimpia, y que dicen que es cosa tan buena. A mí me parece que, cuando la oigo, me aporrean los oídos con la mano del almirez».
Esas ideas, el contraste de la ilusión con la realidad, la lucha del deber con el placer hirieron de muerte a la desgraciada, haciéndola ver y sentir cuán difícil es la vida. Que quiso salir de ella es demasiado evidente. Falta sólo demostrar que realmente puso en práctica su propósito. No hay pruebas directas, pero todas las presunciones están contra usted.
Desnoyers marchaba unido á su mujer por una rutina afectuosa. Doña Luisa, en su limitada imaginación, evocaba el recuerdo de las yuntas de la estancia, que se negaban á avanzar cuando un animal extraño sustituía al compañero ausente. El marido se encolerizaba con facilidad, haciéndola responsable de todas las contrariedades con que le afligían sus hijos, pero no podía ir sin ella á parte alguna.
Palabra del Dia
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