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No he pedido prestado a nadie, ni metídome en granjerías; y, aunque pensaba hacer algunas ordenanzas provechosas, no hice ninguna, temeroso que no se habían de guardar: que es lo mesmo hacerlas que no hacerlas.

Pues, Tomás comenzó aquél echándose hacia atrás en la silla y jugando con la cadena del reloj, gorda como una maroma, voy a decirte una cosa con toda reserva... Siempre he tenido confianza en ti, y ya sabes que te he dado bastantes pruebas de aprecio... Las circunstancias hacen que uno... vamos... uno no haga las cosas cuando quiere hacerlas, sino cuando puede... ya lo sabes... Sabes también que te aprecio, ¿no es verdad?

Las cosas, o hacerlas bien, o no hacerlas. Y mandó llamar a Simón. Se marchó Guzmán, y entró a muy poco rato el mayordomo. Así estaban las cosas, con un pasito más que luego conoceremos, al invitar yo en los comienzos del capítulo precedente al lector amable y pío, a que me acompañara al nuevo domicilio de la marquesa de Montálvez.

10 No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. 11 Al fin miré yo todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.

Y en esas circunstancias, el plan de la escuela religiosa es satisfacer la curiosidad natural del niño sobre los hechos y las cosas del universo que le rodea, con las explicaciones que los sabios antiguos, graduados en dilatados cursos de ayuno y meditación solitaria en los desiertos, en las cuevas, en las ruinas o en los claustros, pusieron en boca de los dioses de entonces, para darles una autoridad que ellos no tenían, a fin de exigir una aquiescencia absoluta, única manera posible de hacerlas eficaces en su tiempo, y el objeto de la escuela positiva es satisfacer esa misma curiosidad con los conocimientos positivos adquiridos por los sabios modernos en la investigación de la naturaleza con los métodos modernos, y sin exigir para ellos obediencia ni aquiescencia de ninguna clase, que el progreso de la inteligencia humana ha hecho innecesarias, desde que la verdad no trae ya de un supuesto mandato de los muertos, sino de su concordancia con la realidad, su fuerza de convicción sobre el entendimiento.

En segundo lugar, cuidaría el gobernador de que a los indios no se les impidiese el sembrar y hacer sus chacras en donde les pareciese y acomodase, como lo practican ahora; pues, estando acostumbrados todos ellos a tener chacras, es preciso que a lo menos los primeros años sigan esta misma costumbre, hasta que la experiencia les haga conocer que no necesitan todos tenerlas; pues, con el dinero que adquieran con sus jornales o en otras ocupaciones, comprarían lo necesario a otros, y sería perjudicial a ellos si se les estorbasen las siembras donde y como quisieran hacerlas.

Aun mas, hasta de la sensacion del tacto podemos prescindir, pues será fácil suponer que no percibimos ninguna impresion por este sentido; las de color ó frio, blandura ó dureza, cuyas causas quedarian en los cuerpos, podemos sustituirlas unas con otras y aun hacerlas desaparecer, sin que por eso creyésemos que el universo dejaba de existir. Hagamos desaparecer la extension.

No todas las noches de invierno iban damas a la tertulia. Generalmente asistían los sábados y los miércoles. Pero había un grupo de muchachos que casi nunca dejaban de hacerles un rato de compañía a primera hora, aunque después se marchasen a otras casas. Uno de ellos era Paco Gómez. En estas noches de soledad se formaba generalmente un partido de brisca. Paco iba de compañero con Nuncita y el capitán Núñez, o Jaime Moro, o cualquier otro muchacho con Carmelita. Paco una noche se dolió de que las señas que se hacían durante el juego fuesen tan vulgares y conocidas: era imposible hacerlas pasar inadvertidas para los contrarios. Entonces, de acuerdo con el otro, propuso cambiarlas.

Hacerlas caer diestramente en manos de Mauricio, provocar una explicación entre Herminia y él, una escena acaso, ¿no era medio de excitar la discordia? ¡Es tan fácil irritar las pasiones y tan difícil calmarlas! El orgullo, la cólera, obran tan pronto sus efectos y hacen tales estragos en un cerebro humano, que es imposible saber hasta donde puede ir un incidente así comenzado.

Pero ¿qué puede hacer un hombre honrado en estos tiempos de tan mala fe? ¡Es menester resguardarnos! Vea usted, señor; yo he hecho muchas obras de caridad en este país, cuando tenía cómo hacerlas; no hay uno de esos que me quieren arruinar, que no me deba todo lo que tiene. ¡Yo he sido siempre el mismo con ellos; dos fortunas he perdido por ayudarlos!