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Vamos, no somos niños. ¿Puedo hablaros, Marta, con franqueza? Con toda franqueza, señor. , pero no es como intendente del castillo, ni como vuestro superior que os lo pregunto, sino como amigo. Sois demasiado bondadoso, señor. Está bien, no comenzamos mal dijo Mathys restregándose las manos . En seguida nos entenderemos, Marta.

ABIND. Mil besos doy a su firma, Que hasta el alma me penetra: ¿Qué hará el sentido? La letra Sola mi gloria confirma. Lea. "Esposo: Mi padre es ido A Granada desde ayer. Venme aquesta noche a ver." ¡Cielos, yo pierdo el sentido! En el camino podré Leer, amigos, lo demás. Maniloro, ¿no me das Caballo? ¿Heme de ir a pie? Mi vida, ¿que podré veros? Mi alma, ¿que podré hablaros?

Dejadme a hablarle a esas gentes, y yo les probaré que no tienen ningún derecho a retenernos, que están en el deber de devolvernos la libertad, que, según todas las leyes divinas y humanas, han cometido una cochinería. NUMEROSAS VOCES FEMENINAS. ¡Ve, Cleopatra, ve! ¡Detened a Verónica! CLEOPATRA. ¡Eh, el de la rodilla blanca! Venid, tengo que hablaros. ESCIPIÓN. ¿Queréis que deje mi acero?

¿Qué queréis? tanto robó á su excelencia, que es muy rico. ¡Ya! pues mira: vas á buscar ahora mismo á Esperanza. Muy bien. La darás esta sortija y la dirás: el caballero que os envía como señal esta sortija, espera hablaros un momento por una de las ventanas que dan á la callejuela excusada. Muy bien, señor. Pero al instante, al instante.

¡Ah! ¡ah! y ello al cabo, á nadie lo ha dicho más que á . Que sois el escándalo del alcázar. Estimo vuestro favor: no creía yo ciertamente que cuando venía á hablaros del único hombre que ha podido conmoveros... No hablemos más de ese hombre. Como gustéis, porque os veo muy irritada. Vengamos al asunto que me ha obligado á llamaros. Vengamos en buen hora.

Procuro hablaros razonablemente, y vos me contestáis siempre... Bettina, tengo mucha más experiencia que vos... Escuchadme bien... Desde que llegamos a París nos hemos visto lanzadas en un mundo muy animado, muy brillante, aristocrático... Podríais ser ya, si hubierais querido, Marquesa o Princesa... , pero no he querido. ¿Os sería completamente indiferente llamaros madama Reynaud?

Y yo tengo que hablaros urgentemente de un platillo que he inventado yo y que quiero que hagáis dijo con voz ronca el bufón. ¡Ah! ¡habéis inventado un manjar!... dijo el cocinero, que tenía graves motivos para no atreverse á desobedecer al bufón . Pues esto es distinto. Vamos, tío Manolillo, y veamos vuestra invención. Y salió con el tío Manolillo.

¿Quién os las quita? ahí las tenéis en aquel lado, que no se atreven á hablaros las pobres porque temen que las maltratéis. ¡Mi Luisa! ¡mi Inés! dijo el imbécil Montiño olvidándolo todo por su amor de padre y de marido. , ; Inés y Luisa dijo alentada por aquel reblandecimiento del cocinero mayor, su mujer, que ella era en efecto.

Apartad, Quitad la mano; el color Habéis del rostro perdido. ¿Estáis agraviado? Y ve Mi ofensor, porque me asombre. ¿Quién es? Ignoro su nombre. Señaládmele. haré. Aquí fuera hablaros quiero, Para un negocio importante Que el Rey no ha de estar delante. En la antecámara espero. ¿A dónde, García, vais? A cumplir lo que mandáis, Pues no sois vos mi ofensor. Este es honor, caballero. Muerto soy.

Gracias, muchas gracias, señor, porque habéis venido dijo la joven sacando un magnífico brazo de debajo de las ropas y estrechando una mano del duque . Tengo que hablaros gravemente. Manuel, amigo mío; hacedme el favor del dejarme sola con su excelencia. El bufón se levantó y salió en silencio, pero no sin haber dicho antes con una profunda mirada al duque: Os mando hacer todo lo que ella quiera.