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Actualizado: 22 de junio de 2025
Y contestando con otra no menor reverencia á la abadesa, mientras la de Lemos callaba verdaderamente turbada por la situación, dijo: ¡Mi señora doña Angela!... Hace mucho tiempo que sólo me llamo sor Misericordia, caballero , dijo la religiosa con acento severo y agresivo. Perdonad, pero yo busco en vos la dama, cuando voy á hablaros del mundo, cuando voy á sacar vuestro pensamiento del claustro.
Los castillos de Carmona y Moron son ruinas que seguireis con placer y terminarán por sumergiros dulcemente en la melancolía; la fachada de las antiguas casas consistoriales de Jerez es una de las flores mas delicadas del Renacimiento; la iglesia de S. Miguel en la misma ciudad, uno de los mas ingeniosos rasgos del goticismo en los primeros tiempos de su decadencia. ¿Deberé hablaros ahora de Cádiz? ¡Ah! la primera ciudad de España mentada por la historia apenas tiene una piedra que recuerde su pasado.
María dijo el duque después de algunos instantes de silencio y sacando un papel del bolsillo , cuando no puedo hablaros, canto vuestras alabanzas. He aquí unos versos que he compuesto anoche, porque de noche, María, sueño sin dormir. El sueño ha huido de mis ojos desde que la paz ha huido de mi corazón.
Cuando hubo abierto la puerta de la sala, la condesa le dijo con un tono y una expresión en que estallaba la alegría: Marta, acompañad a la señorita a su cuarto; cerrad cuidadosamente las puertas y volved pronto; tengo que hablaros de un asunto importante.
Y ahora os he de hablar de cómo la guerra, que parecía próxima a concluir, se trabó de nuevo con más fuerza; he de hablaros de aquel infeliz y bondadoso rey José, y de su Corte, y de su hermano, y del paso de Somosierra con la famosa carga de los lanceros polacos, y del sitio de Madrid, y de otras muchas curiosísimas cosas; pero todo se ha de quedar para el libro siguiente, donde estos históricos sucesos han de tener feliz consorcio con los no menos dramáticos de mi vida, y todo lo mucho y bueno que ocurrió en el matrimonio de Inés.
La acusación se refleja con vibrante intensidad en las páginas para mí siempre llenas de un sugestivo encanto del más amable entre los maestros del espíritu moderno; en las seductoras páginas de Renán, a cuya autoridad ya me habéis oído varias veces referirme y de quien pienso volver a hablaros a menudo. Leed a Renán, aquellos de vosotros que lo ignoréis todavía, y habréis de amarle como yo.
Quevedo había hecho llegar, valiéndose de frases hinchadas y misteriosas para obligar á los ciados, una carta al duque de Lerma, una carta que sólo contenía estos tres renglones: «Excelentísimo señor: Tengo en mis manos el cuchillo que puede cortaros la cabeza; pero yo os daré este cuchillo si me dais licencia para hablaros. Francisco de Quevedo.»
Lo deseo conde, pero quisiera hablaros sin testigos. Herman, retirate. ?Que es lo que me quiere mi respetable huesped? Quiero hablar sin rodeos: mis canas y mi celo, mi ministerio y mis piadosas intenciones me serviran de disculpa: tambien invoco mi calidad de vecino, aunque nos visitemos muy rara vez.
En esto no hablemos, dijo desfalleciendo el familiar, que prohibido me está, como os he dicho, de esto hablaros, ni aun pensar en ello, so pena de gravísimos castigos; pero no tratándose de esto, y siendo verdad que por la dura comisión que he traído entretener un tanto puedo el tiempo sin que a mala parte se eche, preguntadme lo que de mí saber queréis, que yo os responderé en verdad, porque yo nunca he mentido.
No, porque no acepto mi martirio. Además, hay momentos en que me bañaría en sangre. En sangre de traidores. Indudablemente... ¡pero soy tan desgraciada!... Demasiado, señora. Hoy no... hoy soy casi feliz. Quiera Dios, señora, completar esa felicidad y aumentarla. Sentáos, fray Luis, sentáos, quiero hablaros mucho y no quiero fatigaros.
Palabra del Dia
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