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Actualizado: 1 de julio de 2025


Tiene el chico en brazos, y cuando le hablan de amas o de que ella se está secando, le aprieta, le aprieta tanto contra , que me temo que en una de estas le ahogue. Todo sea por Dios... Entraré a ver a la fiera, y trataremos de amansarla.

Ahí donde le ve usted, con su cabecita blanca y sonrosada como un polluelo de cría, que aún parece más pequeña sobre el corpachón enorme, ¡lleva cada cosa dentro de ella...! Ha hablado mucho en Madrid, y los papeles impresos se ocupaban de él como si fuese el Guerra. Su sabiduría encuentra remedios para todo. ¿Le hablan de la miseria que hay en el mundo?

Supone el crítico que mis personajes todos son yo, con lo cual hace de un Proteo, pues harto diversos caracteres he retratado; y supone además que todos hablan, como yo en igual situación hablaría, con erudición, discretas sutilezas y espíritu filosófico impropios de su condición humilde y hasta de su sexo, ya que a menudo mis mujeres se pasan de listas.

Don Ramón creyó ver en los ojos de Fermín cierta repugnancia por el cinismo con que se expresaba y se apresuró a añadir: Yo soy quien soy, muchacho. Si me rascan, aparecerá el de antes. Créeme: el que muerde la fatal manzana de que hablan esos señores amigos de nuestro principal, no se quita jamás el gusto de los labios. Se cambia de envoltura para seguir viviendo, pero de alma ¡nunca!

Después del rapto se habían dirigido al rancho de Manos Duras para traer la tropilla de caballos que debía acompañarles en su viaje á los Andes, así como los víveres y demás objetos necesarios en tan larga expedición. Los perros del rancho se hablan incorporado á la tropilla.

Pues bien, allez, monsieur, allez, quiere decir al pié de la letra: anda, tonto, anda. Yo lo comprendí como lo digo; pero este insulto era un secreto de lenguaje; era un insulto que tenia en su abono el genio de una lengua que hablan en todo el mundo doscientos millones de hombres, y no habia otro remedio que bajar la cabeza y andar.

Podría haber algo de confusión en lo que llevo dicho, porque los ideólogos más famosos, los Condillac y Destutt-Tracy, hablan sólo del hombre, de ese animal privilegiado de la creación, y yo me ciño a hablar del ministerial, ese ser privilegiado de la gobernación.

Según lo convenido, fueron dos estudiantes, socios también del Casino, a invitar a Belarmino si quería oír, desde un escondite, a un filósofo de paso. ¿De dónde es ese filósofo? preguntó Belarmino. De Kenisberga respondió uno de los estudiantes, que era muy desenvuelto. ¿Y cómo se llama? Cleo de Merode. ¿Y en qué habla? Anda, pues en filósofo. Todos los filósofos hablan una lengua especial.

Se dirigen miradas significativas, sonríen con desprecio, se hablan al oído. Mientras tanto, los feroces bigotes del jubilado de Ultramar se erizan, se estremecen con leve temblor que se comunica a sus labios y de ahí al resto del organismo.

¡Mira que aquí hay una sombrita! insistió Melchor encogiéndose tras del cochero. No, voy bien; es que hace calor, no más. ¿No quieres para atajarte del sol... un diario?... le dijo Melchor irónicamente. Y a propósito, ¿los traes? ¡Todos!.... Baldomero que oyó hablar de diarios, aproximó su caballo hasta poner una mano sobre el guardabarro lateral del break y preguntó: ¿Hablan de algo los diarios?

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