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Actualizado: 19 de septiembre de 2025
» Contaba con eso me replicó , porque desde luego supuse que sería una ofuscación suya lo de los grandes alientos que, según me dijo, le habías dado en tu respuesta; pero también contaba y cuento con tu buen juicio, con tu serenidad... y con el aprecio que has de hacer, por lo mismo, del consejo de tu madre, que no puede desear para ti sino lo mejor...
¡Torna! dijo Bermúdez, parándose delante de ella : ¿habías vuelto a salir? ¿Vuelto? repitió Nieves muy azorada . Sí... no... Vengo ahora, papá. ¿De dónde, hija? Pues de pasear... ¿Desde que yo te dejé?... Desde que tú me dejaste. Cabal. ¡Canástoles con el paseo! Pues ¿hasta dónde has llegado?
El Conde te distingue, te aprecia, te halla linda y agradable y discreta, y por eso habla contigo. Como es muy galante, te hace doscientos mil elogios; pero de ahí al amor hay una distancia infinita. ¿Y quién te asegura que no ha salvado él esa distancia? preguntó Beatriz. Nadie me lo asegura contestó Inés ; pero yo lo supongo. En todo caso, lo mejor es que no te ame. ¿Habías tú de amarle? No.
Déjeme... ¡por Dios! ¿Pero qué le importa a usted?... vaya... Yo me meto en la alcoba y me estoy allí como en misa. Hija, ni en los teatros resulta eso con sentido común... Para salir diciendo luego con voz hueca: «¡lo he oído todo!». Yo no chistaré. No haré más que oír... Vamos, remilgada, déjeme usted. Ya me figuraba yo que habías de salir con alguna tontería. Eres una voluntariosa.
Anoche soñé una cosa.... ¿Qué? La diré.... No; ¡mejor es callar! Hable usted, tía. Soñé que te habías enamorado de.... Gabriela. ¿De Gabriela? ¡Si, de esa señorita que es tan buena, tan amable, tan elegante, tan inteligente, tan linda, y... tan rica! No, tía. Mi corazón tiene dueño. ¿Y quién es? Ese es mi secreto. ¿Secreto? Secreto. Mira, Rorró; a mí no me engañas.... ¡Ah!
A raíz de aquel suceso, me pusiste mala cara, y tardó bastante en pasársete el enfado; pero creí que ya me habías perdonado, en gracia a que tú mismo tuviste la culpa de lo que te pasó entonces. De sobra lo sé y nunca te guardé rencor por ello.
¡Animal grosero! gritó enseñando el puño á Gillespie, como si éste fuese el autor del atentado contra su divina persona . ¡Hipopótamo-Montaña!... ¡Hombre habías de ser!... ¡Y pensar que un gran pueblo se interesa por ti!... Enardeciéndose con sus propias palabras, dió un fuerte latigazo á una de las pantorrillas del gigante.
Me conoces bastante para saber que no dudaré en hacerte pedazos, si es preciso para mi seguridad. Puede usted buscar. No encontrará nada. ¿Le has enviado ya? Esta mañana. ¡Mientes! Acabas de decirme que hasta mi llegada habías vacilado... Lea hizo un movimiento al verse adivinada é instintivamente volvió los ojos hacia un escritorio, cerca de la ventana.
Robledo pareció irritarse por su silencio. Piensa en los documentos que firmaste para servir á Fontenoy, declarando excelentes unos negocios que no habías estudiado. No pienso en otra cosa contestó Federico , y por eso considero necesaria mi muerte. Ya no contuvo su indignación el español al oir las últimas palabras, y abandonando su asiento, empezó á hablar con voz fuerte.
Ahí tenéis por qué esta saliendo todas las noches en el cielo esa estrella con rabo. Es que el mundo se va á acabar.» En el número 16: «Pero hija de mi alma, so tunanta, ¿tenías á tu niña mala y no me habías dicho nada? ¿Pues para qué estoy yo en el mundo? Francamente, eso es un agravio que no te perdono, no te lo perdono.
Palabra del Dia
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