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Animado con sus carcajadas, me figuré que había logrado, al fin, dar con el secreto de la gracia andaluza, y, por lo visto, comencé a desbarrar de un modo lamentable. Una de las veces que Matilde me ofrecía una caña, le dijo no quién: ¡Ojo, chiquiya, que eso es un bolo! La Serrana le hizo un guiño, que pude ver.

Pero amigo, en aquella ocasión usted no prometió por su honor; juró usted no poner allí los pies... todo Vetusta recuerda sus palabras de usted. Don Pompeyo sintió vapores en la cabeza al oír que todo Vetusta recordaba sus palabras. Pero insistió, aunque más débilmente cada vez, en su negativa. Foja guiñó el ojo al Marquesito. Empezó entonces este el ataque, y Guimarán no pudo resistir más.

Señor duque, está usted equivocado dijo Fayolle poniéndose serio . Recuerde usted que habíamos quedado en las cuatro mil. Recuerdo perfectamente. Al mismo tiempo, aprovechando el momento en que Fayolle miraba al empleado, le hizo un guiño expresivo. El cochero respondió por boca del dependiente que el caballo se había ajustado en tres mil quinientas pesetas. Entonces el comerciante se irritó.

La cantaora, que le vió desde el columpio, guiñó sus ojos maliciosos y le soltó esta copla: «Mocito que está á la puerta mirando para el columpio: entre usté y columpiará la que sea de su gustoTodos los rostros se volvieron entonces risueños hacia él. Manolo avanzó confuso y dijo galantemente: De mi gusto, prenda, ninguna más que usté. Pues colúmpie me usté, hijo, y de salud le sirva.

Torrebianca fué aproximando las manos y dijo lentamente: ¡Fuego!... Una... Los dos bajaron á un tiempo sus pistolas. Pirovani, que sólo tenía en aquel momento la preocupación de no hacer fuego después de la tercera palmada, se apresuró á tirar. Su enemigo guiñó ligeramente un ojo y contrajo levemente la mejilla del mismo lado, como si hubiese sentido el roce del proyectil.

Damián se adelantó muy sereno, cruzando con el turbado jockey un guiño picaresco, un gesto de pillo redomado, que vio muy bien la condesa, sintiendo, a pesar de su vergüenza, que se le sublevaba allá por dentro lo poco de gran dama que quedaba en ella. Pase vuestra excelencia, señora condesa dijo.

Están concertadas las condiciones. A menos que ellos lo propongan de nuevo, las puntas irán afiladas. A usted le conviene mucho porque tira el florete... Precisamente por eso. Yo no quisiera llevar ventaja alguna a mi adversario. Peña guiñó el ojo con malicia. No sea usted tan escrupuloso, don Rosendo. usted puede ensartarlo ¡fiiit! como un pajarito, no deje de hacerlo.

El majo lo notaba y hacía un guiño expresivo á sus amigos; pero éstos poco á poco fueron dejando de celebrar sus baladronadas y mirando con mayor respeto al enamorado mancebo. Soledad dormía, sin que la mirada de su adorador, posada sobre ella, inquietase su sueño profundo. Larguísimo rato la estuvo contemplando en suspensión deliciosa. ¡Qué hermosa estaba!