Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 12 de junio de 2025


Somos aves de paso, y por mi parte, lamento no tener un par de días que dedicar a Nantes; pero, como no he hecho sino cruzarlo, desisto de ir a pedir fastidiosos datos a una guía cualquiera y me apresuro a llegar al antipático puerto de St.-Nazaire, la Guayra francesa, como le llamó el secretario cuando hubo conocido el símil en las costas del mar Caribe.

Los venezolanos dicen, y con razón, que Venezuela tiene la cara muy fea, refiriéndose a la impresión que recibe el extranjero al desembarcar en la Guayra.

Escogieron los Chiriguanás para su habitación este país, habrá como cosa de dos siglos, abandonando el nativo del Guayrá, y me parece no será fuera de propósito referir aquí la causa de esta mudanza.

El calor era insoportable; La Guayra semeja una marmita dentro de la cual cayeran, derretidos, los rayos del sol. Nos sofocábamos materialmente dentro de aquel infame hotel Neptuno, en el que, en época no lejana, debía pasar tan atroces tormentos.

Nunca fui un domingo; pero las tardes serenas de entre semana, la quieta y callada soledad, el sol tras el Avila, sonriente en la promesa del retorno, las mujeres del pueblo trepando lentamente a buscar el agua pura de la fuente, para bajar más tarde con el cántaro en la cabeza como las hijas del país de Canaán, los pájaros armoniosos, buscando a prisa sus nidos al caer la noche, el camino de la Guayra, esto es, la senda por donde se va a la luz y al amor, a Europa y a la patria, perdiéndose en la montaña, cruzada por la silenciosa y paciente recua cuya marcha glacial, indiferente, parece ser un reproche contra las vagas agitaciones del alma humana; todo ese cuadro delicado persiste en mi memoria en el marco cariñoso de los recuerdos simpáticos.

Al fin del quinto día el vigía anunció nuevamente un vapor que asomaba en el horizonte oriental; esta vez no fuimos chasqueados. Pero, como el Saint-Simon no debía partir hasta el día siguiente, empleamos la tarde, en unión con la casi totalidad de la población de la Guayra, en presenciar el desembarco de la compañía lírica de debía funcionar en el lindo teatro de Caracas.

De la Guayra a Caracas. La Montaña. Una necesidad suprema. Ojeada sobre Venezuela. Su situación y productos. El coloniaje. La guerra de la independencia. El decreto de Trujillo. La anarquía. ¡Gente de paz! La lección del pasado. La ciudad de Caracas. Los temblores. El Calvario. La plaza de toros. El pueblo soberano. La cultura venezolana.

Se sube, se baja, se vuelve a subir, y a cada momento una nueva perspectiva se presenta a la mirada. Todo ese camino de La Guayra a Caracas está regado por sangre venezolana, derramada alguna en la larga lucha de la independencia, pero la más en las terribles guerras civiles que han asolado ese hermoso país, impidiéndole tomar el puesto que corresponde a la extraordinaria riqueza de su suelo.

Se me anuncia que el vapor Victoria debe salir para Honda, en el alto Magdalena, dentro de una hora, y sólo entonces comprendo las graves consecuencias que va a tener para mi el retardo del Saint-Simon, al que ya debo los atroces días de la Guayra. Todo el mundo nos recibe bien en Salgar y el himno de gratitud a la tierra colombiana empieza en mi alma. El río Magdalena. De Salgar a Barranquilla.

Frente al puerto, se levanta la maciza fortaleza, el cuadrilátero de piedra que ha desempeñado un papel tan importante en la historia de la colonia, en la lucha de la independencia y en todas las guerras civiles que se han sucedido desde entonces. En sus bóvedas, como en las de la Guayra, han pasado largos años muchos hombres generosos, actores principales en el drama de la Revolución.

Palabra del Dia

deshice

Otros Mirando