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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Aquella carta era la que le había escrito doña Clara Soldevilla, acusando ante la Inquisición á Dorotea y á Gabriel Cornejo. Aquella acusación era gravísima.

Cuenta Cide Hamete Benengeli, autor arábigo y manchego, en esta gravísima, altisonante, mínima, dulce e imaginada historia que, después que entre el famoso don Quijote de la Mancha y Sancho Panza, su escudero, pasaron aquellas razones que en el fin del capítulo veinte y uno quedan referidas, que don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados, como cuentas, en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos. Venían ansimismo con ellos dos hombres de a caballo y dos de a pie; los de a caballo, con escopetas de rueda, y los de a pie, con dardos y espadas; y que así como Sancho Panza los vido, dijo:

Domingo, veinte y cinco reos, cerrando la procesión los Muy Ilustres Señores Inquisidores asistidos de una gravísima comitiva de Reverendísimos Calificadores y Familiares Nobilísimos, que habiendo tomado todos lugar en sus puestos, y comenzada la Misa según costumbre, se pasó a leer las sentencias a los Reos que son los siguientes: REOS RECONCILIADOS EN FORMA CON abjuración formal: en el Auto primero de 7 de Marzo 1691

Montó en cólera don Rodrigo por aquella que reputaba gravísima ofensa y aunque allí le detuvieran por el pronto las damas, salió de la casa jurando y perjurando que había de matar al conde en venganza de lo de la espada.

Lo que Dios hace, lo ha mostrado al Faraón. 29 He aquí vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. 30 Y se levantarán tras ellos siete años de hambre; y toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto; y el hambre consumirá la tierra; 31 y aquella abundancia no se echará de ver a causa del hambre siguiente, la cual será gravísima.

Esto que excita tu risa, es una cosa gravísima que puede decidir de tu felicidad y de la mía... Ventura dió por toda contestación otra carcajada, y después otra. Parecía desternillarse de risa. Mas aquellas carcajadas no salían de adentro. Gonzalo notaba su afectación perfectamente. ¡Cuidado, Ventura, cuidado! exclamó con el rostro demudado. ¡Mira que estoy hablando en serio!

Doña Blanca considera que su hija tiene hoy una verdadera vocación; que Dios la llama á ser su esposa; que Dios la quiere apartar de los peligros del mundo; que Dios quiere salvarla, y que ella no puede, sin gravísima culpa, retraer ahora á su hija de tan santos propósitos.

Yo tengo muy holgachón el criterio, y te absolveré de todo, sin que mi absolución te valga para nada. Pero si quieres confiarme algún hondo secreto como a tu mejor amigo, empieza, que te escucho. Lo que tengo que confiar a Vd. es una gravísima falta mía, y me da vergüenza... Pues no tengas vergüenza con tu padre y di sin rebozo.

En no lastimar ni escarnecer a sus víctimas puso siempre gran cuidado; mas era la verdad que sus concubinas y queridas, ya duraderas, ya momentáneas, todos sus líos, habían sido muy diferentes de Cristeta. Y, sin embargo, aquello tenía que concluir, so pena de que, el mejor día, es decir, el peor, surgiese una complicación gravísima.

Escuchad ahora lo que contiene esta carta, que por cierto no es muy larga, pero que, á pesar de su brevedad, es grave, gravísima: ; ciertamente, muy grave. Fijó el rey su mirada en la duquesa, que persistió en su silencio. Acercad la luz, doña Juana dijo el rey. Levantóse la duquesa, tomó el velón y continuó de pie junto á Felipe III, alumbrándole.

Palabra del Dia

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