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Actualizado: 24 de junio de 2025
Así es que los galanteos de los jóvenes señores que me buscaban enojábanme, y de tal manera mostrábame yo con ellos impía e incapaz de amores, que acabaron por llamarme la niña de diamante: yo tenía en el alma al sin ventura Gaspar, y él la llenaba de tal manera, que no quedaba para otra pasión ni aun el lugar más mínimo; yo creía que esto era amor, y bien veo que amor no es, sino una pasión que yo no puedo decir cómo fuese, sino que tal como era, me quitaba el gusto y el deseo para cualquier otro afecto.
La prueba de ello es que cuando se escuchó en una de las pesebreras la voz de: «¡Que salga el autor!», en todas las demás se pusieron a gritar lo mismo, y los convidados expresaron con la boca llena idéntico deseo. D. Gaspar salió al fin al escenario y avanzó, doblado como un arco, hasta el borde del tablado.
¡Pero si don Rodrigo Calderón no pasa de ser el humilde secretario del duque de Lerma!... Don Rodrigo lo es todo. Sólo tiene un rival... rival que con el tiempo le matará, si don Rodrigo no le mata antes á él. ¿Y quién es ese rival? Don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, caballerizo mayor del rey y sobrino de don Baltasar de Zúñiga, ayo del príncipe don Felipe.
De nuestra compañía, que se hallaba completa cuando salimos de Falsburg, el 21 de enero último, no han vuelto mas que treinta y dos hombres. Me parece que Gaspar Lefèvre es el único recluta que queda. ¡Los pobres reclutas se baten muy bien, pero no tienen costumbre de salvar la pelleja y se deshacen como la manteca en la sartén!
Poesías de la mayor parte de los poetas nombrados aquí y en las páginas siguientes, se insertan en el libro El Prado de Valencia, compuesto por D. Gaspar Mercader: Valencia, 1601. Parece errónea la opinión de los que consideran como una sola persona á Luis Ferrer y á Ricardo de Turia. Letras, loas y entremeses Buscará de mano ajena, Porque la propia de todos Como propia se condena.
El año de 637 entraron por el Tucumán á convertir algunas naciones el P. Gaspar Osorio, de quien poco ha hice mención, y el P. Antonio Ripario, italiano, los cuales, el mayor fruto que sacaron de su empresa, fué perder la vida por Cristo con glorioso martirio, de que tuvo antes bien clara noticia el P. Osorio como lo declara en carta escrita á Roma á su antiguo confesor nuestro cardenal Juan de Lugo.
Tiene razón; le gusta el sol... Gaspar trabajará por los dos y será feliz como cuatro... Y no lo siento, al contrario... Mujeres que trabajen hay muchas, y no por eso son más hermosas; ¡pero mujeres que amen! ¡Qué suerte si se encuentra una! ¡Qué suerte! Así razonaba el buen hombre, y los días, las semanas, los meses se sucedían esperando la próxima vuelta de Gaspar.
El sargento iba y venía de un lado a otro por la sala y seguía frotándose las manos, mientras que Wittmann le servía una copita de aguardiente; Hullin, sentado cerca de la ventana, había visto desde el primer instante el número del regimiento a que el veterano pertenecía: el 6.º de infantería ligera; Gaspar, el hijo de la señora Lefèvre, servía en aquel regimiento.
De un modo o de otro tiene que acabarse, y yo afirmo que acabará bien; Gaspar volverá, y entonces nos divertiremos. Juan Claudio llenó las copas y Catalina secose las lágrimas, murmurando: ¡Y pensar que esos bandidos tienen la culpa de lo que nos pasa! ¡Ah! ¡Que vengan, que vengan por aquí!
Juan Claudio alejose rápidamente por la cuesta de los brezos, y la labradora, después de contemplar durante un segundo, cerró la puerta. Fácilmente se podrá imaginar la alegría de Luisa cuando supo que Gaspar se hallaba sano y salvo. La pobre joven no vivía desde hacía dos meses. Hullin tuvo buen cuidado de no mostrarle la negra nube que asomaba por el horizonte.
Palabra del Dia
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